"Cada vez que la miro a los ojos, mi alma decide quedarse quieta para observarlos y sentirlos, como si fuera la primera; la última vez. Llevo tiempo contemplando la pureza del espíritu de Ella; más de lo debido, mucho menos de lo suficiente. Cómo su felicidad se ha vuelto el retrato de mi mente, presente siempre que suspiro, que volteo al cielo o que pido un deseo."
Envuelto en el calor de la primavera y perdido en el agradable momento de su recuerdo, buscaba qué cosa, aparte de la suavidad y el brillo que envolvían a Ella, la convertían en la mujer más encantadora y especial que jamás había observado. Sentado entre los árboles del bosque lo cautivó por un momento el destello de la Luna que tintineante se hacía sentir sobre su rostro y sus brazos. Para El, la Luna era sólo la mensajera, sabía que los besos se los mandaba, desde su corazón, Ella.
“Esos besos tan perfectos… los recibo todos, cada uno suena especial, cada uno tiene forma, color. Van siendo los pasos que me van acercando más a mis sueños, las escaleras que me van llevando más alto, donde ahora ya puedo ver mis pensamientos, donde puedo sentir vibrar mis deseos. No sólo me llevan, me protegen también, me abrazan en susurros que cosquillean mis sentidos, en caricias que me despiertan y me hacen latir vivo. Me llegan, no sólo a mis mejillas y a mis manos a mis ojos y a mis brazos, van entrando conmigo y me van haciendo salir por ti, hasta que llegan a donde ya nunca van a poder escapar, al lugar prohibido, lugar bendito. Ahí se quedan por el tiempo muerto que nunca ha nacido y que muere por vivir, por el efímero beso de tu alma, que de tu boca ha salido.”
"Magia, ahora lo sé, no hay otra explicación. Cuando el pecho se siente vibrar y el estallido de la felicidad se hace presente en cada rincón del cuerpo y se expresa en cada palabra y en cada acción sólo ella puede ser la única responsable. Mágica, sí, así es Ella y por eso al respirar me lleno de su esencia, por eso a pesar de estar lejos, no sólo está muy cerca... se encuentra dentro de mí... me lo dice el aire que respiro, me lo dicen los besos de la noche... ¡Magia!"
A lo lejos escuchó el grito de guerra de su regimiento, estaban siendo atacados por sorpresa. Cogió su armamento y rápidamente montó su caballo. A media luz la batalla comenzó a desatarse. Junto a El pasaban flechas volando y de cuando en cuando tenía un enfrentamiento en el cual El salía siempre victorioso y su contrincante caía muerto en el húmedo suelo del bosque.
Desde su infancia había demostrado tremenda habilidad en el combate armado, y había sido precisamente ese dichoso talento el que lo había llevado frente al rey al ser nombrado Caballero de la Corte. Cada Caballero tenía bajo su cargo alrededor de 200 hombres, soldados que estaban dispuestos a dar su vida por conquistar más feudos y ganarse las tierras prometidas por el rey. Fue precisamente el día de la ceremonia, el día que había esperado desde que tenía memoria, que su vida cambió para siempre. La ceremonia de nombramiento fue lo de menos, haberse convertido en Caballero fue lo de menos, recibir una espada de la mejor aleación de cromo y acero con el apellido de su familia tallado en la empuñadora de plata fue lo de menos. Su vida cambió cuando cruzó su mirada con un par de estrellas cuya magia cautivó cada célula de su ser. No era de día y tampoco era de noche, no hacía frío ni calor, el instante en el que su corazón quedó enamorado fue perfecto. La perfección no perduró, de un segundo a otro la princesa había desaparecido, pero sólo de forma física ya que en su recuerdo eran esos bellos ojos, esa mirada divina y ese brillo en todo su ser el que lo hacía soñar, respirar y querer entregar todo su corazón, a gritos quería desesperadamente amar con cada célula de su corazón y sobre todo ser amado por esa mujer tan bella, tan preciosa, tan perfecta.
“poema”
Yo te amo y por más corta que sea esa palabra, engloba la misma inmensidad y es eso lo que me dice que a pesar del pasar de los años el brillo de tus ojos seguirá siendo el mismo y la sonrisa que iluminaría mi cara todos los días al verte también sería la misma, porque realmente no eres tú como persona física, es la forma en que sonríes, es la manera en que te expresas y la dulzura con la que hablas, no es tu forma de caminar, sino cómo al compás de tus pies, tu pelo lentamente baila, no son tus brazos alrededor de mi espalda, es el calor que de tu corazón recibo cada vez que te abrazo, no es tu voz, sino el canto de tu alma, no es la suavidad de tu piel sino la ternura con la que tocas mi mano, no son tus firmes pasos, sino tu querer llegar, no es tu mirada, es cómo miras bellamente, no son tus ojos, es la dulce expresión de tu alma, no eres tú, es la esencia que te forma y te pide a gritos ser tú misma, y eso creo yo, aunque pase el tiempo sigue firme, intacto como la hermosura que emana de cada pequeño rincón que perfectamente te convierte en la mujer más hermosa de la faz de la tierra.
De repente una estrepitosa tormenta forzó la tregua y obligados a resguardarse por la cantidad de agua que hacía pesadas las ropas y ponía nerviosos a los caballos montó El junto con sus hermanos soldados un pequeño e improvisado campamento que servía solamente de refugio temporal en lo que se calmaba la furia de la Naturaleza.
Quién lo fuera a decir, hoy doy muerte a gente noble, guerreros, como yo que han dejado sus hogares y luchamos por la vida. ¿Dónde comienzan a diferenciarse la vida y la muerte entre sí, cada segundo que pasa es un segundo más de vida, que me acerca más a ella o es un segundo menos de vida, que me acerca más a la muerte. Sólo puedo pensar que la vida y la muerte son casi o prácticamente lo mismo. La noche muere para dejar nacer al día y éste de igual manera lo hace cuando es momento de anochecer. Por qué entonces nosotros, los hombres,
à Sigue la guerra=odio, peleando por Ella=amor, vida y muerte, hasta dónde son lo mismo, qué tienen de diferente
“Reflexión en donde la vida y la muerte son lo mismo”
le dan flechazo y mientras va muriendo va reflexionando acerca de la muerte, lo que esta representa para el
Ya es hora, llega, en el momento menos oportuno, se hace presente poco a poco sin haber anunciado su cercanía. De un momento al otro ya es una realidad. Primero el miedo, luego la tranquilidad absoluta en El, la certeza, la paciencia ante la espera y la comprensión van apoderándose de su ser, al final la comprensión y la alegría, la compasión para aquéllos que simplemente no lo podrían comprender, aquéllos que dolientes y rencorosos quedarían. No El, quien …
El miedo a la muerte es el miedo a la vida
Cuando sintió vivir el poder mágico de la vida, comprendió El que su existencia había estado siendo limitada por la arrogancia de sus pensamientos. Fue cuando hubo dejado su mente a un lado que los latidos de su corazón se fueron apoderando de su ser; primero de su cuerpo, luego de sus emociones, después comenzaron a ser sus pasos y sin ser deliberados los fueron llevando mas lejos, en donde ya los latidos de su corazón vibraban al ritmo de la naturaleza y de la pureza del bosque. Y mientras la noche se iba encendiendo en un estrepitoso amanecer y las estrellas lentamente dejaban de suspirar, Él logró plasmar en vida sus últimas reflexiones…
“Miles de sueños y de metas embargan mi vida y mis más profundos pensamientos. El mundo no ha visto nada todavía. La persistencia que tanto falta en miles de corazones visionaros y hambrientos de éxito ha hecho que este mundo sea un lugar no sólo faltante de héroes que inspiren a la humanidad, sino también un lugar con la oportunidad para ser uno de ellos. No falta más que el coraje y la valentía de mil personas encontradas en una sola célula, en un solo corazón en una sola persona; el valor de ser persistente, de no dejar morir y enfrentar la vida, el valor de poder apasionarse y luchar por un sueño a pesar de todas las terribles infamias y críticas, y así la visión, el entusiasmo y sobre todo el amor tendrán efecto hacia el éxito y la grandeza. Hoy mi corazón reboza de entusiasmo y admiración por la vida, porque me sé poderoso y me sé valiente, porque conozco mi potencial y sé que el mundo no tardará en descubrir que un corazón, mi corazón, puede inspirarlo a seguir girando, a seguir rotando. Porque la grandeza es de quien lucha por ella sabiéndose siempre grande y la victoria de quien no teme a emprenderla yo hoy me digo a mí y a cualquiera que llegara a recibir estos pensamientos que el límite de todo ser humano es su pensamiento y su corazón la fuerza que lo llevará si es que así lo decide a convertir esos pensamientos en una realidad física, tangible y que nunca morirá.
Por eso, a pesar que me despido, sé que no estoy diciendo adiós, sé que el legado que mi corazón deja en esta tierra es un legado de libertad, de fraternidad y sobre todo de amor. Podrá mi cuerpo quedar despedazado podrá mi sangre alimentar al rojo amanecer, pero mi amor y los latidos de mi corazón, por más que pasen los años seguirán retumbando y seguirán acompañando al tiempo e inspirando a aquellos corazones valientes que decidan latir por el mismo propósito, con la misma intensidad y con la misma fuerza. Por eso aunque muero, sé que la vida apenas comienza, para mí ¿no lo sé?, pero sí para cualquiera que en la profundidad de un espejo encuentre la grandeza de su ser.”
En el cuento se demuestra que la vida y la muerte son exactamente lo mismo
El invierno se hacía presente y el frío que azotaba desde hace días por fin se veía algo opacado por la nieve que por primera vez había decidido bajar del cielo para hacerse notar pura, suave y blanca al tenderse sobre los árboles, sobre cada camino y sendero, encima de cada carroza, cada piedra y sobre todo el pasto antes verde que Ella apreciaba desde su balcón.
Por fin, desde hace mucho tiempo se volvía a dibujar una sonrisa en Ella. Los pensamientos oscuros que desde hacía tiempo indefinido acechaban su mente hoy parecían haberse cansado, y estando en tregua, ideas nuevas y fascinantes surgían a borbotones de su imaginación. “Hoy el aire se respira diferente, debe ser esa la razón. Por eso los copos de nieve decidieron emprender su corto pero divertido viaje a la Tierra, por eso hoy me despierto y tengo ganas de salir y dejar que ese viento recorra mi interior.”
Ella pasó horas preparándose para su encuentro. Su pelo, suave como el algodón, ondulaba mientras se dejaba posar ligeramente sobre sus hombros, Ella lo acariciaba haciendo que su aroma despertara y fuera inundando cada parte de su alcoba. Cada vez que Ella se movía, parecía que su cabello chocolate bailaba con su cuello, besándolo unas veces por aquí, otras por allá. Adornándolo yacía el collar de perlas con el que Él se había despedido, prometiendo algún día su reencuentro. Su piel ligeramente tostada en tiempos de sol, ahora brillaba blanca, pero más fascinante que su resplandor era la suavidad con la que a gritos pedía esperanzada una caricia. Sus facciones finas, sus pómulos bien definidos cada vez que reía, sus labios carnosos deseosos por besar y ser besados, su nariz perfecta y su sonrisa divina la convertían en la mujer más hermosa a la que la luz del Sol jamás había apapachado. Pero lo que convertía a Ella en la mujer perfecta eran sus ojos, y su esencia que a través de ellos en un suspiro los hacía resplandecer. La magia que en ellos vivía era tal que de noche cuando la Luna se escondía eran confundidos fácilmente con estrellas y cuando estaba presente, relumbrando grandiosamente a lo alto del cielo, brillaban negros escondiendo un universo intrigante, fantástico en su interior, en donde los sueños sólo con pensarlos de la nada eran materializados. De día resultaba muy difícil determinar su color, podría decirse que era el más hermoso porque el sólo verlos inspiraba a seguirlos observando resultando lamentable apartar la mirada de ellos. Lo más impactante era que dependiendo de la perspectiva podían ser diferentes pues a simple vista un destello café-caramelo contenía tu mirada pero al observarlos detenidamente uno descubría que un halo verde los envolvía y contemplados a la luz del día eran miel, dulces y puros como Ella, perfectos como ella.
Cuando hubo acabado con su peinado, rectificó por última vez que el rubor de sus mejillas fuera el adecuado, que la sombra rodeando la profundidad de sus ojos no fuera excesiva ni demasiado poca. Entonces, cubrió su cabeza con una tiara, su vestido de seda con una gabardina gruesa de piel de venado y sus pies con sus botas especiales para la nieve.
Afuera, para Ella, el frío era sólo aparente. Mientras se dirigía a la banca en donde todo debía de suceder advirtió a lo lejos una fuente en donde los últimos chorros, como congelados en el tiempo, a medio vuelo habían quedado suspendidos en el aire. Ella quedó sorprendida. “Qué belleza, cómo me gustaría que la vida fuera así. Cuando el tiempo no transcurre, tampoco las preocupaciones. No hay razones para estar triste y el miedo pierde todo su sentido. La vida simplemente es, como los chorros de agua y uno puede realmente apreciar qué bellos son cuando el tiempo no juega ningún papel, cuando podemos olvidar las horas, los días, los años… y todo está bien.”
El crujir de la nieve bajo sus pies cosquilleó sus sentidos, dentro de Ella despertaba un sentimiento que hacía mucho tiempo no la visitaba. Esta emoción, casi nueva para ella la hizo recordar con añoranza los tiempos en donde todo era felicidad, cuando las preocupaciones, los miedos y los problemas eran cosa de adultos, de personas que nunca tenían tiempo para nada, ni siquiera para ellos mismos. Por la misma razón era gente amargada, peleada con la vida, buscándole siempre los peros y el lado negativo a todas las cosas y a cada situación, en donde la razón la tenía el más fuerte, el que más gritaba, el que más miedo infundía, al que las personas más respetaban, en su caso: su padre. Ella desde pequeña sabía que nadie estaba conforme y que mientras más crecía la gente, más miedo tenía y más amargada se volvía. “A partir de ese momento comencé a darme cuenta de cómo la felicidad va disminuyendo conforme se va perdiendo la inocencia y el temor a la vida va creciendo; a ser juzgada, a equivocarse y ser humillada… al punto en que el pánico es tan grande que lo único que queda por hacer es cubrir las expectativas de las demás personas para que el horror se vaya reduciendo y nos deje respirar. Así, mientras todo cabe dentro de lo que es aceptado como “normal” no eres señalada y los días simplemente transcurren. Pero el precio de no superar el miedo es demasiado alto y es precisamente lo que le ha costado todo el sufrimiento al mundo. Hay guerras porque cuando la gente no está conforme con lo que está viviendo, la lucha o el querer vencer, es la única manera que tienen de hallarle algún pretexto a estar “vivo”. Si su existencia tuviera algún sentido de antemano, entonces no tendría caso para nadie convertirse en soldado o pelear por las ambiciones de alguien más poniendo en juego su propia vida y la de muchas más personas. ¿Qué es el honor y la lealtad al reino? ¿Dejar que el pueblo muera de hambre mientras más tierras son conquistadas para así ser patrones de unos feudos más que nos proveerán de sirvientes, campesinos y guerreros quienes a su vez nos ayudarán a tener el control de cada vez MÁS? Al final, lo único que tenemos es sed, de lo mismo, de todavía más, sin darnos cuenta que el “reino” no está afuera despojando la ajenidad y no es algo que podamos conquistar con la fuerza, el oro o el poder, sino muy adentro de nosotros, y salir a buscarlo, realmente es enterrarlo cada vez más profundo en nosotros mismos, hasta el punto en que está tan escondido que nos es verdaderamente imposible encontrarlo, entonces nos convertimos en el perfecto adulto: aquél que deja de creer, no en sus sueños, el amor y la felicidad, porque creen saber que “afuera” de cierto modo existen, no, aquél que ya no cree más en sí mismo. ¡Felicidades!, ahora sí eres un miembro del ganado, manipulado por las ideas que gobiernan a la esfera cuadrada de humo de la cual ya no podrás escapar nunca más. Todos en esta vida buscamos lo mismo, pero estamos tan enseñados y muchas veces nos sentimos obligados a escarbar en el lugar incorrecto que llega el punto en que nos cegamos y nos limitamos a hacer aquello para lo que estamos hechos: vivir y amar.”
Los pasos de Ella simplemente transcurrían, al igual que las ideas en su mente mientras poco a poco la gradilla, de la nada iba materializándose. En la frontera de los jardines y el bosque, se encontraba el nicho más preciado para Ella, el límite entre lo permitido y lo prohibido. Formando una media bóveda, los árboles abrazaban ese espacio de tal forma que la nieve se hallaba totalmente apartada. El bosque era sólo visible por los escasos rayos de luz que lograban infiltrarse a través de la capa de nieve y el grueso follaje de los árboles. Aquellos que lograban traspasar la barrera resultaban ser los causantes del encanto de la arboleda mágica. Algunas veces eran interrumpidos por uno que otro copo de nieve que gozosa y despreocupadamente danzaban al ser acarreados por el viento provocando un mágico tintineo en el reflejo de las pupilas de Ella mientras anonadada observaba al bosque prohibido respirar. “Cómo algo tan pequeño y aparentemente insignificante como un copo de nieve puede representar algo tan grandioso, la vida misma de todos esos árboles y seres que habitan en ellos. A la nieve le sucede lo mismo que a los hombres en esta tierra, en donde al tocar el suelo o posarse sobre una rama o roca, no pasan a ser más que un puntito blanco e insignificante en el paisaje. Vuelan por un momento muy corto pero cuando creen darse cuenta de lo amargada y solitaria que es la vida aquí, caen entristecidos, sabiendo que será imposible emprender de nuevo el vuelo. La ilusión que los hizo bajar muere cuando chocan con su fría realidad, y los crueles infortunios a lo cuales se creen predestinados. Pero existen aquellos que nunca se dan por vencidos y siguen emprendiendo el vuelo, dejándose llevar por ese halo mágico que para ellos nunca muere. Afortunadamente sólo unos muy pocos bastan para darle sentido a un paisaje, a una idea… a una vida y mientras ellos existan, el bosque nunca morirá. Igual sucede con el amor, mientras haya dos personas que se amen, el mundo seguirá girando, simplemente porque habrá una razón para ello.” Al resonar no sólo en su mente, una y otra vez, los pensamientos de Ella le hicieron comenzar a sentir la vida desde otra perspectiva, una mucho más pura y ligera.
Los colores de la tarde habían comenzado a jugar con el paisaje mientras un sendero de luz conectaba directamente a Ella con el Sol, quien con su sangre iluminaba al mar rojo antes blanco. Mientras nacía la noche e iba muriendo el día, impresionantemente presenció Ella cómo a pesar de parecer difuntos, copos de nieve comenzaron a cobrar vida y en remolinos del mismo viento que había soplado en la mañana, se fueron desprendiendo del resto. A pesar de haber sido muy pocos los copos que ante el frío, la insistencia y el peso de permanecer en la Tierra decidieron levantarse, eran suficientes para iluminar el viento del atardecer al reflejar cada uno de una forma muy especial la esencia pura del Sol. Entonces, creyeron en la posibilidad de lo imposible, y no sólo eso, cada uno comenzó a formar parte de ella. Cuando por fin hubo anochecido, junto a Ella pasearon los copos, y para su asombro, ellos seguían irradiando luz, la cual ya no provenía de la gran estrella sino de ellos mismos, una todavía más grande. Ahora, al adentrarse en el bosque entre los árboles, eran ellos la fuente de vida, e igual que en el cielo, lucían como las estrellas que tintineantes hacían al bosque respirar de nuevo, invitando a apreciar la hermosura de un instante aparentemente tan efímero para cualquiera, un momento tan eterno para Ella.
Por fin Ella se había dado cuenta para qué y por qué valía la pena vivir. Dejó su abrigo de piel de venado, sus botas, su tiara y sus ropas de ceda en la banca de la soledad y se levantó sin sentir otra cosa más que el latido de su corazón, y mientras sus pasos se fueron desvaneciendo en un vuelo hacia lo prohibido del bosque, como los copos de nieve, luz destelló de su interior cuando con ternura Él posó por última vez sus brazos alrededor de Ella.
Una vida llena de milagros no es más que una vida llena de amor, y una vida llena de amor no es más que una vida llena del esfuerzo, de vivir en aceptación y consciencia. Usa esta guía para crecer tu nivel de consciencia, amar profundamente y construir la vida de tus sueños.
Agradecer es una palabra hermosa que significa llenar de gracia. Yo no me siento como una persona que llena de gracia la vida de otros seres humanos, pero sí puedo reconocer que ha habido un sinfín de personas que han llenado la mía de tanta gracia que no puedo más que expresarles mi infinita gratitud. Gracias mamita hermosa, porque mi vida hoy es gracias al amor con el cual me enseñaste a soñar, a luchar por la vida, a vivir siempre con una sonrisa y, sobre todo, a ser yo mismo.
Gracias papá, porque a pesar de haberme conocido solo por tres años, has llenado mi vida de reflexión, aprendizaje y un propósito de amor.
Gracias Yayita y Patito, por ser esos ejemplos de una vida inspirada en el amor y una lucha de amor inspirada en la humanidad.
Gracias Granny, por tu luz y tu sabiduría, y por enseñarme a sonreír en la adversidad y a reconocer milagros en la cotidianeidad de la grandeza de Dios.
Gracias hermanos, por estar conmigo a lo largo del camino y porque puedo contar con su amor y apoyo incondicional.
Gracias John Maxwell, por haberme enseñado tanto, por haberle aportado tanto valor a mi vida, por haberme dado una increíble oportunidad y, sobre todo, por haberme ayudado a creer en la enorme grandeza de mi ser.
Y sobre todo, gracias a ti que sostienes este libro en tus manos y haces que mi vida tenga un propósito y un sentido.
No sé si me siento más emocionado por hacer esta nueva versión de Los Milagros del Amor o cuando escribí por primera vez Los 15 Milagros del Amor. Y sí… dejé que el número 15 muriera porque hoy veo en los números, a veces, son una limitante. También porque en mi vida, los milagros de amor que he podido ver manifestados gracias a la aplicación de estos principios universales son incontables, así que ahora, este nuevo libro pierde el número 15 y con ello gana implícitamente un infinito. Así como es el amor, infinito.
Escuché muchas veces a John Maxwell decir que revisar un libro y trabajar en él es mucho más emocionante que haberlo escrito en primera instancia. Puedo decir que no se equivocaba, algo mágico sucede: este libro está escrito por dos “Spencers”. El primero, un hombre de treinta y dos años. Un soñador realizado, papá, empresario, luchador, amante de la vida y apasionado de la transformación. Alguien ya con resultados, alguien que ya vio lo que el amor es capaz de hacer en la vida de cualquier persona. Testigo fiel de que estos principios funcionan, de cómo lo hacen y de cómo realmente cualquiera puede comenzar a vivir un milagro en su vida si su filtro en el amor, Por otro lado y, en principio, estás páginas están escritas por alguien que sabe que todavía está iniciando y que el camino es largo por recorrer: mi yo de veinticuatro años. Ese otro Spencer que escribió Los 15 Milagros del Amor. Un Spen soñador, visionario, cándido, noble, con hambre de crecer y de ayudar a los demás, pero todavía sin grandes resultados, sin ver prácticamente ningún gran sueño manifestado, y sin los siguientes grandes y maravillosos ocho años de experiencia que nos separan a los dos.
¡Me encanta! Es el combo perfecto. Estoy viajando en el tiempo para escribir junto conmigo mi nuevo libro y darle mucha más forma al mismo propósito y a la misión de sembrar en tu corazón la posibilidad de construir una vida plena, distinta y llena de mucho más amor: una vida llena de milagros.
Así que acompáñame en esta aventura, este diálogo entre mi yo de treinta y dos años y mi yo de veinticuatro años, para que junto contigo, podamos cambiar la manera de pensar del mundo. Una persona a la vez, un soñador a la vez, un corazón a la vez.
Cuando hablamos de un "ser humano” vemos en nuestra mente con total claridad a un ser lleno de virtudes y en excelente condición: física, mental, espiritual, emocional, intelectual, etc. Entonces me pregunto: ¿qué hemos hecho o permitido que nos ha deshumanizado? ¿En qué momento dejamos a un lado nuestra parte humana? ¿Cuándo dejamos de ver a las demás personas como nuestros hermanos? ¿En qué momento nos separamos de nuestra esencia humana y permitimos que el odio y el resentimiento tomaran el mando de nuestras acciones?
Como seres humanos llevamos en nosotros un motor, una fuente poderosa de energía que todo lo puede y todo lo logra, cuyas acciones son nobles porque están inspiradas por la fuerza creadora, la fuerza primaria. Esta fuerza de la que te hablo es también el ingrediente secreto que le da color a nuestras vidas. Estoy hablando de tu corazón y del amor. Somos seres de luz, creaciones perfectas con un único y verdadero propósito y cuando lo llevamos a cabo, nos sentimos vivos, sentimos que servimos y que estamos cumpliendo nuestro propósito en la vida: amar y ser amados.
Yo sé que puede sonar a cliché, pero cualquiera que haya experimentado ese amor profundo y verdadero coincidirá conmigo en que ese momento todo es perfecto, en ese momento todo funciona y la vida “es color de rosa”. En otras palabras, no vive en nosotros la duda, el miedo o cualquier otra emoción negativa.
¿La razón?
No hay separación sino todo lo contrario: unión.
La fuente y causa de la unión es el amor.
Cuando vivimos en unión toda nuestra vida tiene sentido, no existen los problemas ni las frustraciones, no hay dolor y eso es porque nuestro espíritu reconoce que, cuando vibramos en ese amor genuino, no hay diferencia entre tú y yo, no hay individuos “separados” y no hay otra cosa más que el momento presente. De hecho, vivir en amor es la única manera de vivir nuestro presente y darle un sentido real y trascendente a nuestra vida.
¿Puedes pensar en algún momento de amor intenso en tu vida? Te invito a cerrar los ojos y reflexionar sobre el momento más feliz de tu vida.
Te aseguro que en ese momento no pensabas en otra cosa. Estabas presente en cuerpo, mente y alma, estabas en unión con tu espíritu y contigo mismo, con tu fuente, con Dios y con los seres con los que compartías esa experiencia de amor.
El amor es como el fuego: no hay nada más poderoso que él en nuestra vida, ya que es la razón por la cual venimos a este mundo.
Si te queda alguna duda te pido que reflexiones y pienses en lo siguiente: ¿Cuáles han sido los momentos en los que te has sentido más vivo en tu vida?
Te aseguro que la respuesta es: “en los momentos de mayor amor”.
El amor no significa únicamente el amor a otra persona, el amor se manifiesta de muchas maneras en nuestra vida: un simple atardecer; la sonrisa de un niño, de un anciano o de una mujer, un momento de conexión con nosotros mismos y con nuestra misión o propósito en la vida… todos esos son momentos de amor y detonan en nosotros ese sentimiento de máxima vitalidad. Nos hacen ver por qué somos lo que somos y por qué estamos vivos. Es por ese amor que nos consideramos “seres humanos”.
¿Cómo podemos saber cuándo estamos viviendo en amor? Cuando por un momento todo pierde la importancia, menos ese momento.
El amor tiene un efecto maravilloso, ya que cuando está presente en nuestras vidas nos hace seres funcionales y podemos usar todas las capacidades que nos fueron dadas para explotar nuestro potencial como seres humanos. Lo que estoy diciendo es que el único medio, estado o posición a través del cual podemos sacar y manifestar nuestro verdadero propósito y maximizar nuestro potencial como seres humanos es el estado del amor.
“Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro”.
—Albert Einstein
El amor, como tal, es un milagro, el milagro más grandioso y fortuito para los seres humanos; el amor es el ingrediente que hace que nuestras vidas comiencen a ser pequeños milagros y, cuando juntamos esos pequeños milagros de una o varias vidas comienzan a suceder cosas maravillosas.
El amor no solo es la fuente de los milagros, el amor es también un milagro y por eso una vida de amor ya es una vida milagrosa. Quiero compartirte una vista rápida de los milagros que trabajaremos a profundidad a lo largo de esta obra.
Cuando vivimos en unión toda nuestra vida tiene sentido, no existen los problemas ni las frustraciones, no hay dolor y eso es porque nuestro espíritu reconoce que, cuando vibramos en ese amor genuino, no hay diferencia entre tú y yo, no hay individuos “separados” y no hay otra cosa más que el momento presente. De hecho, vivir en amor es la única manera de vivir nuestro presente y darle un sentido real y trascendente a nuestra vida.
¿Puedes pensar en algún momento de amor intenso en tu vida? Te invito a cerrar los ojos y reflexionar sobre el momento más feliz de tu vida.
Te aseguro que en ese momento no pensabas en otra cosa. Estabas presente en cuerpo, mente y alma, estabas en unión con tu espíritu y contigo mismo, con tu fuente, con Dios y con los seres con los que compartías esa experiencia de amor.
El amor es como el fuego: no hay nada más poderoso que él en nuestra vida, ya que es la razón por la cual venimos a este mundo.
Si te queda alguna duda te pido que reflexiones y pienses en lo siguiente: ¿Cuáles han sido los momentos en los que te has sentido más vivo en tu vida?
Te aseguro que la respuesta es: “en los momentos de mayor amor”.
El amor no significa únicamente el amor a otra persona, el amor se manifiesta de muchas maneras en nuestra vida: un simple atardecer; la sonrisa de un niño, de un anciano o de una mujer, un momento de conexión con nosotros mismos y con nuestra misión o propósito en la vida… todos esos son momentos de amor y detonan en nosotros ese sentimiento de máxima vitalidad. Nos hacen ver por qué somos lo que somos y por qué estamos vivos. Es por ese amor que nos consideramos “seres humanos”.
¿Cómo podemos saber cuándo estamos viviendo en amor? Cuando por un momento todo pierde la importancia, menos ese momento.
El amor tiene un efecto maravilloso, ya que cuando está presente en nuestras vidas nos hace seres funcionales y podemos usar todas las capacidades que nos fueron dadas para explotar nuestro potencial como seres humanos. Lo que estoy diciendo es que el único medio, estado o posición a través del cual podemos sacar y manifestar nuestro verdadero propósito y maximizar nuestro potencial como seres humanos es el estado del amor.
“Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro”.
—Albert Einstein
El amor, como tal, es un milagro, el milagro más grandioso y fortuito para los seres humanos; el amor es el ingrediente que hace que nuestras vidas comiencen a ser pequeños milagros y, cuando juntamos esos pequeños milagros de una o varias vidas comienzan a suceder cosas maravillosas.
El amor no solo es la fuente de los milagros, el amor es también un milagro y por eso una vida de amor ya es una vida milagrosa. Quiero compartirte una vista rápida de los milagros que trabajaremos a profundidad a lo largo de esta obra.1. EL MILAGRO DEL AMOR
El primer milagro del amor, es el amor mismo, porque una vida de amor ya es una vida de milagros, es una vida milagrosa en todos los sentidos.
2. EL MILAGRO DE UNA VIDA CONSCIENTE
Una vida consciente es el inicio del viaje hacia la realización máxima y hacia una vida llena de amor. Esta consciencia comienza con la pregunta más importante de todas: ¿quién soy?
3. EL MILAGRO DE LA FE
Una vida de fe es una vida de amor, ya que la fe nos lleva a seguir adelante a pesar de cualquier circunstancia. Creer en mí mismo y que simplemente merezco una vida de grandeza, y tener la total fe y certeza en ello, solamente puede dar como resultado en una vida extraordinaria, una vida llena de milagros.
4. EL MILAGRO DEL PODER CREADOR INFINITO
Una de las características más importantes y grandiosas de los seres humanos es el tremendo poder creador del cual somos “acreedores”. Cuando reconocemos nuestra esencia y nuestra grandeza, nos damos cuenta de que todo lo que necesitamos se encuentra dentro de nosotros ahora. Cuando eso sucede reconocemos las oportunidades a dondequiera que vayamos. Nuestra vida es una oportunidad para amar, para trascender y para generar un cambio positivo.
5. EL MILAGRO DE LA BONDAD
Nuestra verdadera naturaleza es una naturaleza de amor, y el amor es siempre bondadoso. Sin embargo,, cuando somos bondadosos con la sociedad y el mundo, realmente lo estamos siendo también con nosotros mismos. Detenernos un instante para apreciar la vida, para reconocernos en cualquier otro ser humano y estirar la mano para crear un milagro de bondad puede cambiar la vida de miles de personas.
6. EL MILAGRO DE LA TRASCENDENCIA
Nuestro verdadero propósito es un propósito de trascendencia, y este un milagro del amor porque todo lo que nace del corazón, todo lo que es inspirado realmente por amor, es imborrable en el tiempo. Un ser de trascendencia es un ser inmortal para la humanidad.
7. EL MILAGRO DE LA ELECCIÓN
Elegir es algo que hacemos todos los días un sinfín de veces, y lo hacemos de manera inconsciente. ¿Qué sucedería si comenzáramos a elegir sin los condicionamientos a los cuales estamos tan acostumbrados y en su lugar comenzáramos a elegir todo en nuestra vida partiendo del amor? Nos sorprendería nuestra vida a tal grado que la llamaríamos “milagrosa”.
8. EL MILAGRO DE DAR Y RECIBIR: DARYBIR
El amor une, no separa y es por eso que desde el amor podemos entender que los conceptos de “dar” y “recibir” no hacen otra cosa más que describir un mismo acto. Cuando entendemos la vida desde esta perspectiva nos damos cuenta de que no hay separación entre lo que creo que doy y lo que creo que recibo. Podemos también aprender a utilizar esta manera de ver la vida para llevar nuestra realidad a niveles sumamente elevados.
9. EL MILAGRO DE LA ABUNDANCIA
Nuestra verdadera naturaleza es completamente abundante. Somos seres de grandeza y amor infinito. Sin embargo, el miedo y el ego provocan que aceptemos ideas mediocres como propias y comencemos a vivir en la escasez. Es por ello que una vida basada en el amor es una vida llena de abundancia en todos los sentidos, comenzando con la abundancia emocional.
10 EL MILAGRO DE LA PASIÓN
La pasión es aquel elemento que distingue a los grandes líderes y a las personas que han transformado al mundo. Cualquiera que actúe desde el amor tendrá el gran regalo y el beneficio de la pasión, y podrá literal inspirar a miles de seres humanos a tener una vida extraordinaria a través de su ejemplo.
11. EL MILAGRO DE LA FELICIDAD
La felicidad, la dicha, la alegría más que un derecho debería ser una obligación de los seres humanos. De hecho, es nuestro estado original, nuestro estado de amor. Los momentos más felices que hemos vivido han sido momentos de mucho amor. Si aprendemos a dejar que el amor se manifieste comenzaremos a vivir una vida plena en todos los sentidos.
12. EL MILAGRO DE LA GRATITUD
Uno de los elementos más hermosos que posee el ser humano es aquel de apreciar y agradecer absolutamente todo lo que existe en su vida o su realidad. Cuando actuamos desde la gratitud, nuestro enfoque es tal que nuestra vida literalmente comienza a ser milagrosa.
13 EL MILAGRO DE LA PERFECCIÓN
Cuando entendemos que todo lo que ha sucedido ha sido perfecto porque nos ha traído a este presente, a este aquí y ahora, nuestra vida realmente resulta poderosa. Una vida en crecimiento, abundancia y amor es una vida enfocada en la vida: el presente, y no una vida atorada en un pasado doloroso o un futuro incierto.
14. EL MILAGRO DE LA VIDA
Definitivamente mi milagro favorito del amor es la vida misma. Somos una manifestación clara de amor. De un amor profundo, genuino y puro, y como seres de amor damos vida cuando aceptamos y manifestamos nuestra verdadera esencia. Una vida llena de amor es una vida llena de vida.
El amor manifiesta muchos milagros; mismos que analizaremos y de los cuales aprenderemos más adelante en este libro. Sin embargo,, el amor mismo ya es un milagro. Piensa un poco lo siguiente: ¿qué es un milagro? Yo puedo asegurarte que hemos crecido y vivido con la idea de lo que es y de lo que no es un milagro. De hecho, la idea que tenemos de milagro es que resulta una situación fuera de lo común. Algo que pensábamos o suponíamos que era prácticamente imposible, pero que por una u otra razón, o ninguna, es real o verdadera en nuestras vidas.
Una vida llena de amor comienza a manifestar cada vez mejores y mejores versiones de nosotros mismos, de tal manera que comenzamos a vivir y a experimentar una realidad que antes no creíamos posible en nuestra vida y, sin embargo, ahí está: esa nueva verdad, esa fascinante alternativa que hace de nuestra vida, una vida de grandeza, una vida maravillosa y una vida llena de éxito, logros y felicidad. Esta vida excepcional es una vida milagrosa, y el primer milagro es haber comenzado a vivir desde este estado maravilloso del amor.
Tengo la lógica de que si me amo más voy a atreverme a ser más, a lograr más, a ver más, a tener una visión mucho más amplia; voy a ser un mejor amigo con mis emociones y con los demás; voy a tomar acción más inteligentemente, y porque me amo, voy a tomar acción a pesar del miedo. Así, no hay manera de no tener resultados diferentes. Podré fallar, pero voy a aprender, y eso solo puede ser crecimiento si mi consciencia se mantiene centrada en el amor. Voy a vivir lo que pensé que era imposible o que “podría suceder para alguien más, pero no para mí” y eso es un milagro.
Cada milagro es en sí un acto, un estado o una forma de ser que surgen espontáneos cuando vivimos desde el amor, pero también una vida de amor puede ser invocada viviendo y manifestando los actos y las maneras de ser descritas en este libro como: “milagros de amor”. Así que el primer paso de una vida llena de amor es la aceptación total de nuestro ser, en otras palabras, el amor no juzga. El amor acepta.
Cuando yo juzgo, estoy segmentando ciertos compor-tamientos que poco o nada tienen que ver con mi esencia. En el amor reconozco mi esencia, la veo, y desde mi grandeza la acepto y, por lo tanto, me acepto tal cual soy, sin juicio alguno. Esto quiero decir sin usar la razón, únicamente aceptándome y tomándome tal cual soy, un ser de luz, un ser de amor.
Esta es, definitivamente, una práctica poco común, sin embargo, es posible llevarla a cabo y manifestarla en nuestra vida. Cuando no uso juicios para vivir o para describirme, entonces puedo manifestar mi verdadera esencia. Cuando no acepto juicios propios, entonces, tampoco acepto juicios externos.
La realidad es que no existe tal cosa como “juicio externo”. Si nos ponemos a pensarlo bien, un “juicio externo”, no es más que una idea propia.
“Yo creo que si hago esto o aquello, fulano o mengano se van a molestar porque bla, bla, bla…”, o “qué molesta está sutana por eso que yo hice…”.
Realmente todo forma parte de un diálogo interno y no externo. La manera en la que interpretamos lo que sucede a nuestro alrededor y en nuestro mundo no es más que parte de un diálogo interno.
El hecho de pensar que mis palabras o actos pueden afectar negativamente la vida de las demás personas, o que las palabras y actos de los demás pueden afectar mi vida, no es más que una idea que nace desde el miedo, el ego y el estado de separación. Sin embargo, vivimos ya tan acostumbrados a este estado de separación y miedo que nos resulta lógico, normal y hasta obvio pensar que nuestra vida emocional es una consecuencia de todos los factores que nos rodean y, por lo tanto, así también lo son nuestros resultados.
Cuando te digo que vivir desde el amor suprime todos los juicios me refiero a que no hay idea, factor o circunstancia externa que pueda alterar, afectar o modificar mi estado interno original: un estado de paz, felicidad y por supuesto amor.
Por eso el amor se manifiesta siempre a través de la conexión, y en primera instancia, la conexión que tenemos con nosotros mismos en un nivel profundo y genuino, con nuestra verdadera esencia. Así que el camino es relativamente simple de explicar:
Voy a suprimir todos los juicios que provocan en mí un estado de separación para conectar con mi esencia, regresar a mi estado original y comenzar a vivir desde el amor. En otras palabras, voy a desaprender las ideas y eliminar las prácticas basadas en el ego que tanto me han alejado de mi verdadero ser y mi verdadera forma de manifestarme: a través del amor.
Siempre he pensado que las personas quieren atender las causas de las circunstancias en lugar de trabajar en el origen. Se hacen una cirugía plástica en vez de trabajar en su autoestima, se hacen una liposucción en vez de ponerse a hacer ejercicio, viven desesperadas por ganar más dinero en vez de aprender a ser buenos para agregar valor.
Curiosamente, hacer ejercicio, trabajar en mi autoestima y agregar valor, también son un resultado. Siempre me he preguntado: ¿por qué si una persona sabe qué tiene que hacer para bajar de peso o ganar más dinero… no lo hace? Las respuestas pueden ser miles, pero la realidad es que siempre tienen un pretexto o una historia que tiene más peso que el hambre para lograr resultados diferentes. Pero si nos vamos a la raíz de la raíz de la raíz… el ¿por qué la persona que hace ejercicio sí lo hace y logra bajar de peso? o el ¿por qué la persona que gana mucho dinero sí invierte en ella y aplica lo que aprendió, y otra toma el mismo curso y no hace nada? La respuesta que he encontrado al final de dieciséis años dedicado al desarrollo humano y diez años como empresario, ha cambiado mi vida: su nivel de amor propio.
Amor es la respuesta a todas mis preguntas. ¿Por qué él gana más dinero? Amor. ¿Por qué el otro baja más de peso? Amor. ¿Por qué él tiene mejores relaciones? Amor.
Piénsalo.
Si me amo, me voy a “obligar” a ser más abundante. Si me amo, voy a cuidar de mi salud y de mi cuerpo. Si me amo no me voy a permitir vivir relaciones tóxicas, voy a construir relaciones sanas y hermosas.
Mi capacidad para amarme y sentirme merecedor de ser amado por los demás determina mi nivel de éxito y los resultados que tengo en mi vida.
Medita un segundo la frase anterior. Vuelve a leerla, ya que es la tesis de este libro y mi filosofía de vida. La mentalidad que he abrazado por muchos años y hoy me ha llevado a vivir no solo la vida de mis sueños, sino a compartirla y vivirla con amor, pasión y mucho propósito: Mi capacidad para amarme y sentirme merecedor de ser amado por los demás determina mi nivel de éxito y los resultados que tengo en mi vida.
Pero ¿cómo explico el amor a quien no lo ha vivido? Es interesante, pero la mente no entiende lo que no ha experimentado. Y esa es la razón de por qué muchas personas no llevan una vida llena de amor y milagros.
La vida inicia y termina en la consciencia. La consciencia vive en la mente, en el ser. Ser consciente es darme cuenta. No obstante, para darme cuenta necesito algo, un filtro, la capacidad para interpretar mi vida. Este capítulo engloba la esencia de este libro. El amor puede ser ese filtro de vida. Pero para ello definamos juntos qué es el amor y por qué es tan importante tener una definición poderosa de ello.
Para muchas personas el amor es una emoción, es un sentimiento. Decimos “te amo” cuando “sentimos” algo por una persona. Pero también un padre, cuando ama a su hijo, a pesar de estar enojado por algo que hizo, puede decirle: “hijo, estoy enojado contigo, y aún así te amo”. Entonces el amor puede ser también algo más que un sentimiento o una emoción.
La Real Academia de la Lengua Española define el amor de la siguiente manera:
1. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
2. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegría y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
3. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.
4. Tendencia a la unión sexual.
5. Blandura, suavidad. Cuidar el jardín con amor.
6. Persona amada. Llevarle un don a sus amores.
7. Esmero con que se trabaja una obra deleitándose en ella.
8. Apetito sexual de los animales.
9. Voluntad, consentimiento.
10. Convenio o ajuste.
11. Relaciones amorosas.
12. Objeto de cariño especial para alguien.
13. Expresiones de amor, caricias, requiebros.
Después de leer la definición de la RAE me doy cuenta de que el amor puede ser todo y puede ser nada. Hasta definen el amor con la palabra amor; date cuenta cómo muchas de las definiciones parten de una “carencia”. Dice tal cual “que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca…”.
Yo pienso diferente y eso me ha distinguido a lo largo de mi vida. No acepto las “definiciones” que la sociedad tiene de mí y creo que ese ha sido una de mis más grandes fortalezas. Sin embargo, no juzgo a quien decide aceptar esa definición de amor. Yo, al igual que muchas otras cosas, prefiero trabajar en construir la mía.
Cuando hablo de regresar a nuestro estado original, me refiero a un estado de conciencia. Esto es importante porque la conciencia es la encargada de interpretar el mundo que nos rodea, y la manera de hacerlo es a través de nuestras emociones. Realmente no interpretamos el mundo con la razón, la verdad es que lo hacemos a través de las emociones.
Todo el crecimiento y aprendizaje que hemos tenido no es más que la asociación de conceptos, palabras, sonidos, actos, imágenes y cualquier otro tipo de referencias con emociones. Por eso somos seres cien por ciento emocionales y por eso el amor tiene un impacto directo e inmediato en nuestras emociones. Realmente sentimos el amor, lo vivimos, no lo razonamos.
Cuando podemos sentir algo, también podemos decir que lo vivimos. No podemos decir que vivimos lo que razonamos, pero sí lo que sentimos, y esto es precisamente por la naturaleza que es cien por ciento emocional.
Cuando aprendemos algo lo hacemos porque vivimos una experiencia y no tanto porque razonamos o entendemos. De hecho, el entendimiento o el esclarecimiento se manifiesta, o avisa su presencia, en el mundo emocional. Así pues, yo puedo preguntarte: ¿cómo estabas vestido hace diecinueve días?
Seguramente tu mente está trabajando muy duro y a menos que hayas tenido una ocasión sumamente importante como una boda o un cumpleaños, te puedo asegurar que no lo recuerdas.
Sin embargo, si yo te preguntara: ¿recuerdas tu primer beso, tu primer amor, el nacimiento de tus hijos, o la muerte de un familiar cercano, recuerdas incluso cómo ibas vestido ese día? La respuesta inmediata es sí, y lo más seguro es que también recuerdes muchos detalles de ese día; entonces ¿cómo recuerdas eso si pasó, seguramente, hace mucho más de diecinueve días, y no solo lo recuerdas, sino también forma parte de tu experiencia y de tu historia de vida?
Ambas situaciones las viviste a través de tus sentidos, pero solo lo que añade emoción queda registrado en el cerebro y marcado como importante o relevante. En otras palabras, solo lo que vivimos a través del corazón, positivo o negativo, queda en nuestra memoria.
Algo interesante que he aprendido a lo largo de los últimos ocho años es que, efectivamente, existen diferentes maneras de ver la vida. Llamemos a estas “maneras de ver la vida” simplemente niveles de consciencia. Creo que el amor es precisamente eso: un nivel de consciencia desde el cual puedo vivir. Pero aquí viene el truco. Quien no lo ha experimentado, no lo conoce, y quien no lo conoce difícilmente cree en él.
Cuando los españoles llegaron por primera vez a las costas de lo que hoy es Cuba y, posteriormente México, muchos nativos, indígenas de esta región vieron las grandes naves que se aproximaban, estas enormes barcas que parecían monstruos que salían del mar.
Imagina que tú fueras uno de esos indígenas. ¿Qué pensarías? ¿Qué sentirías? Es curioso, pero muchos expertos dicen que varios de ellos, al ver algo tan sorprendente, bloquearon de sus mentes las imágenes y no creyeron en lo que habían visto. Como si hubiesen pensado que era una alucinación o un mal sueño o algo por el estilo. La realidad que tenían enfrente era tan irreal que “no podía ser verdadera”.
Así es la mente. Así trabaja el ego, a quien aprenderemos a conocer como la sobra del amor o la antítesis del amor. Necesario, importante, con un gran papel que jugar, pero el responsable también de que muchos de nosotros perdamos a veces esa conexión con una consciencia de amor pleno.
Te voy a poner otro ejemplo. Voy a poner aquí una lista de frutas exóticas. Y quiero que te imagines el sabor de cada una de ellas:
Guanábana
Mangostán
Chirimoya
Framboyán
Maracuyá
Yaca
Rambután
La lista podría ser infinita. Lo más seguro es que haya sucedido una de dos cosas: por una lado pudiste haber imaginado el sabor de la fruta que estabas leyendo mientras en tu mente se encendía el recuerdo de haberla olido y probado. Seguramente eso generó hasta un efecto en tu cuerpo: tus papilas gustativas se pusieron a trabajar y salivaste. Quizás estás salivando justo en este instante.
Esta es una gran demostración del poder de la mente cuando recuerda algo o lo imagina de manera vívida.
Por otro lado es posible que simplemente no haya sucedido nada. Simplemente leíste el nombre de la fruta y te fuiste a la siguiente línea porque desconoces a qué sabe la fruta. Y por más que te explique el sabor —es un poco dulce, notas ácidas pero no hostigosas, su aroma es potente y suave, muy frutal y enervante, el sabor es gentil al paladar y prolongado, se expresa sutilmente y las notas ácidas se pierden entre la frescura del jugo de la fruta que llega a imponer un toque jovial y delicioso… —es imposible que te imagines exactamente ese sabor.
Lo mismo sucede con una consciencia basada en amor. Para entenderlo, hay que vivirlo, necesitamos “probarlo” primero. Y para poderlo hacerlo el primer ejercicio es la autoobservación, que no es otra cosa que mi capacidad para ser consciente de mí. Poder “verme desde afuera”.
Así pues, formamos a través de estas experiencias una creencia muy poderosa y sumamente trascendental: nuestra identidad.
Esta identidad es la que, por un lado, nos empuja a hacer ciertas cosas, comportarnos de una forma, hablar con cierto vocabulario y cierta entonación, tener cierta clase de amigos, etc., y por otro lado, también nos limita a ser más, compartir más, crecer más, inspirar más, llegar a más.
Yo solo te quiero hacer esta pregunta: ¿Tu identidad, que es la base de tu vida y tu punto de referencia como ser humano, tu manera de ser, de actuar, de creer, de pensar y de generar, se constituyó y se formó en un inicio con experiencias inspiradas en el amor, en un ambiente sano, sin prejuicios o juicios negativos, y siempre y únicamente, resaltando y enalteciendo tu grandeza como ser humano?
La respuesta es obvia y triste: no. Pero ¿hasta qué punto no? ¿Hasta qué punto esa identidad se formó en un ambiente “regular”, promedio o mediocre —por más feo que suene— o hasta qué punto esa identidad ha carecido de una base fuerte y firme al formarse en un medio muy negativo? ¿O hasta qué punto fuimos de cierta manera bendecidos o afortunados al haber tenido una formación excepcional y majestuosa?
Te diré algo impactante: El noventa por cierto de las personas creen ser parte de este tercer grupo, pero en realidad no lo son. Viviendo desde la unión, el ego no tiene cabida; sin embargo, es el ego el que primero nos dice que nosotros somos la excepción y que nada está mal en nuestra vida o que somos la excepción afortunada, los demás no.
Si somos muy conscientes veremos que no vivimos en un mundo que está acostumbrado a educar a través del amor, sino a través del miedo: castigos, amenazas, violencia, etc., y a pesar de que muchos defienden la postura de que el ser humano es violento por naturaleza, yo defiendo lo contrario: es bondadoso, pacífico y amoroso por naturaleza. Ha sido la creación de una “falsa identidad” la que nos ha hecho pensar lo contrario, y mientras sigamos educando, pensando y creciendo con las ideas antiguas vamos a seguir viviendo y viendo esta “separación” manifestada en el mundo.
No quiero hacer pensar que una vida de unión y de amor es únicamente una vida maravillosa en donde solo se puede vivir y experimentar emociones positivas. De hecho, el término positivo existe porque existe el negativo.
Vivimos un mundo de contrastes y son estos los que le dan valor y sentido a esta experiencia que llamamos vida. Sin embargo, dentro de los contrastes están los preponderantes y los escasos en nuestra vida. Parte de poder vivir en el amor es no haber vivido en él, pero desde tu grandeza y de manera consciente eres tan poderoso como para poder decidir qué vas a permitir que rija tu vida. Cuáles serán las leyes, normas y, sobre todo realidades emocionales que van a dominar tu vida, y una vez conociendo la escala de grises puedes determinar cuánto blanco o negro decides tener de manera consciente. Y esta es precisamente una decisión.
Qué bello y hermoso es cuando decidimos dedicar una vida al amor y a la grandeza. ¿Cuál es el primer paso?: el autoconocimiento. Reconocernos tal cual somos y aceptarnos. Pero realmente tal cual somos, no tal cual pensamos que somos, no tal cual nos dicen que somos, sino tal cual como somos. Y hay una gran diferencia entre lo que sentimos y lo que somos, son dos cosas totalmente diferentes. Lo que aceptamos que somos —como parte fundamental de nuestra identidad—,es mucho muy importante y relevante y es el pilar de mi realidad. Sin embargo, es diferente a lo que vivimos emocionalmente. A medida que seamos más y más conscientes de nuestra verdadera naturaleza, seremos más y más conscientes de nuestra realidad emocional y, por lo tanto, de nuestra interpretación de la vida.
Por eso el secreto de la felicidad es la decisión consciente de nuestra vida emocional. No debemos forzar nuestra realidad emocional porque obligarnos a querer sentir de una manera es como pedirle peras al olmo: imposible. Por eso este trabajo es de mucha madurez, mucha consciencia y sobre todo mucha paciencia. Forzar siempre va en contra de la naturaleza del ser humano. La alternativa es: primero me acepto así tal cual como soy y reconozco mi verdadera naturaleza. Ahora ya puedo amarme desde mi grandeza y desde mi consciencia tomo la mejor decisión para mí.
Es así como poco a poco la vida se va tornando consciente. Por eso una vida de amor es una vida consciente y una vida consciente es una vida de amor.
Si desde el amor me reconozco, entonces me acepto y si me acepto porque me amo, entonces me renuevo. Renovar significa “volver a ser nuevo”, y no es cambiar, sino regresar o reconectar con mi verdadera esencia, la cual tal vez había quedado olvidada.
Así pues, tomar la decisión de vivir desde el amor, desde mi perspectiva, es la decisión más sabia y hermosa que cualquier ser humano puede tomar. En sí el amor ya es un milagro y este milagro es el que comenzará a llevar nuestra vida al siguiente nivel, regalándonos más y más milagros, ninguno con mayor o menor importancia que el otro, pero el primero de todos es el milagro de una vida consciente, un hermoso milagro de amor.
El segundo milagro del amor es de la vida consciente. Una vida consciente es una vida con propósito. Cuando vivimos en el amor, las cosas no suceden porque sí, todo tiene un propósito dentro de un plan perfecto, un plan milagroso que solo puede ser manifestado desde el amor.
Tener una vida con propósito es tener una vida consciente. Es reconocernos como seres perfectos, como una creación divina y, por lo tanto, como una creación de amor. El amor es nuestra naturaleza y nuestra fuente, y por eso cuando somos conscientes de ello comenzamos a manifestar conscientemente más amor en todos los aspectos de nuestra vida. La conciencia es el elemento más importante del ser humano, este milagro es el que nos permite reconocernos como seres humanos, seres de amor y de abundancia. Es el milagro que le da vida a estas palabras en tu mente y las traduce en emociones y en inspiración.
Cuando dejamos el amor de lado comenzamos a vivir desde el ego. Entonces nuestras acciones, nuestras palabras y toda nuestra vida se tornan catastrófica, se tornan inconscientes e inconsistentes, y la razón es porque dejamos de tener consciencia acerca de quiénes realmente somos y cuál es nuestro verdadero papel a desempeñar en esta vida.
La respuesta es que venimos a trascender y dejar una huella, y los únicos actos o hechos que perduran el paso del tiempo son aquellos que nacen del amor porque el amor es lo único eterno en este mundo y en esta vida. Cualquier cosa que hagamos será olvidada con el pasar de los años finalmente borrada, excepto aquello que trasciende, aquello que está hecho con amor.
Esa es la razón por la cual el amor deja huella en los corazones y la vida de las personas.
Seamos entonces seres inmortales, seamos seres conscien-tes, seamos entonces guerreros de amor.
Llevar una vida consciente desde el amor significa que absolutamente todo lo que hago afecta o incluye a todos los seres en este planeta. Desde lo que digo y cómo lo digo, hasta lo que hago y cómo lo hago.
Uno de los grandes problemas en nuestra sociedad es que no vivimos con una vida consciente, sino todo lo contrario. Creemos que somos seres aislados y, por lo tanto, habiendo tantos, mis actos no repercuten en nada ante la totalidad de las personas. No son nada una basura tirada en la calle, una grosería, un gesto malo… en fin, todo el mundo lo hace y uno más no representa la diferencia en la gran escala.
Pero, te digo que uno más hace toda la diferencia. Esa es la mentalidad que debemos de desarrollar. Uno más o uno menos hace toda la diferencia. Un gesto de amabilidad más hace toda la diferencia para la persona que lo recibe, una basura más en la calle hace toda la diferencia para aquel que la pisa o para el que tiene que destapar la coladera. Una sonrisa más hace toda la diferencia en quien recibe la sonrisa y en quien la emite. Uno más o uno menos hace toda la diferencia en nuestra vida cuando realmente se refleja en absolutamente todo lo que hacemos y, por lo tanto, todo lo que somos y aportamos al mundo. Y la grandeza del ser humano se encuentra en la falta o en la acumulación constante de esos pequeños milagros, de esos pequeños momentos que marcan la diferencia en la vida de las personas.
¿Quieres marcar una diferencia en tu vida? Marca la diferencia en la vida de alguien más.
SÉ CONSCIENTE DE LO PEQUEÑO
Nos han acostumbrado a pensar que la grandeza se construye con las grandes hazañas, los grandes negocios y las grandes victorias o los grandes reconocimientos, sin embargo, no nos explican que las grandes hazañas no son más que el resultado de la acumulación de pequeñas decisiones que nos llevan a pequeñas, pero constantes acciones y son las decisiones que valen la pena.
Aquellas que nos hacen crecer son, muchas veces, las decisiones más difíciles de tomar. Debemos de decidir dejar una vida de separación y acercarnos cada vez más a una vida de unión. Es entonces cuando la humildad entra en juego, y decidir dejar el ego a un lado por más sencillo que suene en muchas personas, resulta sumamente difícil y doloroso. Otra de las razones por las cuales las personas no cambian es porque las decisiones pequeñas son aparen-temente insignificantes y, por lo tanto, desvalorizadas por la mayoría de las personas. Es entonces más fácil sucumbir al placer de un ratito más en la cama que tomar la pequeña decisión de levantarse temprano para ir a hacer ejercicio o leer un libro que aporte herramientas valiosas a nuestra vida; comer un rico postro todos los días o disfrutar de comida poco saludable en vez de reaprender a comer de la manera más sana y conveniente para la naturaleza, para el mundo y para los seres humanos.
Recuerda que lo que más le conviene al mundo es lo que más les conviene a los seres humanos, y viceversa, lo que más les conviene a los seres humanos es lo que más le conviene al mundo. Pero lo que realmente conviene es aquello que es sostenible y sustentable a largo plazo, aquello que beneficia a todos los involucrados desde el inicio hasta el final. Desde esta perspectiva podemos analizar cuántas cosas hacemos, que en el fondo nos están dañando y están dañando todo lo que nos rodea. Así pues, desde nuestra ignorancia buscamos el placer y la recompensa inmediata y tomamos el camino “más fácil”.
La desidia es más fácil que el esfuerzo continuo.
La pereza es fácil que la acción inmediata.
La ignorancia es cómoda y más fácil que el aprendizaje y la reflexión.
El pesimismo es más fácil que encontrar el lado bueno de las cosas.
Asumir el papel de víctima es más fácil que la responsabilidad.
Justificarse es más fácil que asumir las consecuencias de nuestros actos.
Desvalorizar la información y los sucesos importantes es más fácil que valorar todo lo bueno que tenemos.
Minimizar nuestros errores y defectos es más fácil que cambiarlos.
Cambiar de parecer de repente es más fácil que ser constante con nuestras decisiones.
Hacer caso de todo lo que se dice sin cuestionar más allá es más fácil que la reflexión y el cuestionamiento positivo.
Ser una persona mediocre siempre es más fácil. Sin embargo, eso no implica que ser lo contrario no sea fácil. De hecho, el término fácil está asociado a “algo, cosa o situación que todas las personas pueden hacer” y, por lo tanto, pagar el precio por vivir desde el amor, tener una vida de grandeza y crecimiento continuo es fácil: absolutamente todos lo podemos hacer. El tema no es que sea fácil o no, el problema serio es que lo opuesto, es más fácil. Y la gran mayoría de los seres humanos, al ser educados desde el miedo, aprenden a tomar siempre el camino del menor esfuerzo, el más fácil.
Se requiere, por lo tanto, de un esfuerzo que no tiene nada que ver con la inteligencia, con la preparación ni con la educación a la que estamos acostumbrados. Se requiere preparación emocional y de alta consciencia para acercarnos cada vez más a la toma de decisiones que realmente genera un cambio en nuestra vida. La toma de decisiones desde el amor y desde una perspectiva consciente, aunque no sea el camino más fácil.
GENERA DESAPEGO
Esto implica, por supuesto, que generemos algo conocido como desapego. Los seres humanos aprendemos a través del apego. Generamos vínculos emocionales con objetos, personas y situaciones que al mismo tiempo nos van definiendo como personas y seres humanos. Cuando hablamos de nuestra vida lo que contamos es nuestra experiencia o las experiencias que más nos han marcado.
En los eventos y seminarios que doy frecuentemente hago la siguiente pregunta: “¿recuerdas en dónde estabas y qué estabas haciendo en un momento histórico importante?”. Por ejemplo, durante el temblor de 1985 en la Ciudad de México, o la caída de las Torres Gemelas, o el nacimiento de tu hijo, o la muerte de un familiar o un amigo muy cercano. Sin falla todas las personas recuerdan perfectamente bien qué estaban haciendo y todo lo que estaba sucediendo alrededor. Además, esa experiencia muchas veces forman parte importante de sus vidas, de algo que aprendieron, o algo que quedó marcado muy profundamente en su vida o decisiones relevantes que tomaron a raíz de ese evento. Hay personas que incluso recuerdan lo que llevaban puesto y hasta las conversaciones que tuvieron antes o después de dicho evento.
La razón por la que todos recuerdan esos sucesos es que los seres humanos aprendemos a través de las experiencias, no de las palabras, no de los dibujos, no de lo que escuchamos, no de lo que vemos; aprendemos a través de las experiencias, porque nuestra vida la contamos a través de nuestras experiencias más importantes. No estoy diciendo que los elementos gráficos, sonoros o sensoriales no forman parte fundamental del aprendizaje. Pueden ser herra-mientas muy buenas y útiles para aprender, pero lo que realmente conforma la experiencia humana, la identidad y todas las demás creencias son los momentos que vivimos y más quedan guardados en nosotros mismos. Y esto es una arma muy poderosa, un arma de doble filo, ya que en un momento de nuestras vidas llegamos a creer que somos las actitudes que nos han descrito a lo largo de la misma, aquellas actitudes que tenemos muy arraigadas por las experiencias que hemos vivido.
En otras palabras, pensamos que somos hoy el producto de todo lo que hemos vivido o experimentado ayer, y las etiquetas o los calificativos —o descalificativos— ante los cuales nos relacionamos por dichas experiencias o dichos momentos. Cuando logramos un resultado muy favorable, entonces nos catalogamos como “buenos” o “muy buenos” para dicha tarea o actividad, y luego asumimos dichos elementos como parte de nuestra identidad:
“Tú eres una persona muy buena”.
“Tú eres muy flojo”.
“Tú eres inteligente”.
“Tú eres tonto”.
“Tú eres maravillosa”.
“Tú eres gordo y feo”.
“Tú tienes un carisma increíble”, etc.
Cuando estamos creciendo vamos viviendo esas expe-riencias que van definiendo nuestra identidad, y es precisamente esa identidad, esa creencia que tienes respecto a quién eres, cuánto vales, cuántos mereces, qué necesitas, lo que determina y define tu vida, tus resultados, tus valores, tu calidad de vida, tu forma de pensar, actuar, vivir…
Por eso una de mis frases favoritas es un resumen de las enseñanzas del Dr. Wayne Dyer que dice: “Tu vida cambia cuando cambia la consciencia que tienes sobre ti mismo”. ¡Qué sabias palabras, qué palabras tan maravillosas, qué palabras tan estupendas y con tanta sabiduría! Esas palabras esconden, desde mi parecer, la clave y el secreto de una vida extraordinaria y llena de milagros.
Te voy a contar una leyenda fascinante, y según mi punto de vista, también milagrosa. Me entenderás perfectamente.
Uno de los grandes maestros y artistas del cual tenemos el privilegio de haber recibido un legado fascinante es Miguel Ángel Buonarotti. Dentro de sus más grandes obras de arte hay dos sumamente reconocidas: los frescos de la Capilla Sixtina y el David que yace en la Galería de la Academia en Florencia, Italia.
El David, majestuosa escultura en mármol, retrata a un personaje bíblico, David, en un momento increíble en su historia: el momento antes de enfrentar a Goliat.
En la historia, David ya había vencido anteriormente a un león y a un oso. Los había perseguido y matado para proteger a sus ovejas, ya que él era un pastor. Por lo tanto, él tenía algo sumamente poderoso: una referencia de victoria. Él ya creía y se sabía capaz de derrotar a una bestia. Esa idea ya formaba parte de su identidad y, por lo tanto, se creía capaz de vencer a Goliat.
Sin embargo, la maravilla de la historia es que antes de que el David fuese esculpido formaba parte de un inmenso bloque de mármol. Ese bloque estaba destinado a ser dividido en pedazos más pequeños, y habían dicho que no serviría para hacer una escultura. La razón es que tenía una enorme rajadura que iba de la mitad del bloque hacia abajo.
Se cuenta que poco antes de desecharlo, Miguel Ángel lo vio y dijo: “Yo lo quiero”, a lo cual le respondieron: “¿Para qué? Con ese bloque no puedes esculpir nada”.
Sin hacer caso a esas palabras necias reiteró: “Yo quiero ese bloque de mármol”. Sin embargo, todas las personas creyeron que había perdido completamente la cabeza puesto que no comprendían cómo iba a ser que estaba dispuesto a pagar por un bloque roto de mármol. Todo el mundo decía que lo mejor era que el bloque fuese dividido en pedazos más pequeños para hacer varias pequeñas esculturas.
Yo quiero que imagines que hace más de 500 años, en 1501, cuando Miguel Ángel adquirió el bloque de mármol era sumamente difícil y complicado extraer bloques tan grandes de dichosa piedra delicada. Hoy en día con toda la tecnología es mucho más fácil, pero hace 500 años no solo era difícil sino muy peligroso.
Sin embargo, Miguel Ángel tenía una visión y también amor y fe en ella. Así fue como, a pesar de todas las críticas, adquirió el bloque de mármol y tres años después, en 1504, terminó de esculpir al David. Las personas que le habían dado el bloque quedaron atónitas cuando tres años después el David estuvo terminado. Ellas preguntaron: “¿Pero cómo es posible si ese bloque de mármol estaba roto? Seguramente lo cambiaste por otro” y Miguel Ángel respondió: “Es exactamente el mismo, el bloque era perfecto y, por lo tanto, no necesité cambiar absolutamente nada”.
Todas las personas estaban incrédulas y perplejas. Miguel Ángel añadió: “Mientras ustedes veían un bloque de mármol roto, yo veía la grandiosa y majestuosa escultura que ya se encontraba ahí dentro. Lo único que hice fue quitarle todas las sobras que impedían que lo pudiéramos apreciar y en cuanto a la rajadura, era solo aquello que dividía sus piernas”.
Aunque sea ficticia la anécdota, yo creo que tú y yo no somos diferentes al David, somos obras de arte, venimos a ser y hacer cosas grandiosas, solo basta descubrir esa grandeza y perfección que ya está dentro en nosotros mismos. Y nuestro trabajo es precisamente ese, quitar todas las sobras que impiden que esa hermosa obra de arte reluzca en todo su esplendor.
Es por eso que para mí este es uno de los milagros más importantes del amor. El milagro de una vida consciente. Y una vida consciente comienza con ser consciente primero de lo primero, y lo primero somos nosotros. Como seres, como especie, como personas con nombre y apellido, y con todo el maravilloso potencial que llevamos dentro.
¿QUIÉN ERES?
La pregunta obligada es entonces: ¿Quién eres? Y la respuesta que tú des a esta pregunta te va a dar la respuesta a la pregunta del millón de dólares: ¿Por qué tengo la vida que tengo?
Tenemos la vida que tenemos porque creemos ser quien creemos ser.
Y la respuesta ante lo que creemos ser varía mucho de qué estado preguntemos. Varía mucho dependiendo del nivel de consciencia que tengamos.
Esta pregunta que probablemente nunca nadie te había hecho y que desde mi parecer debería de ser la primera que nos hicieran en primaria, nos genera un conflicto importante. Nuestro ego comienza a dar gritos y a buscar respuestas, y racionalmente nos es difícil encontrar una definición o una respuesta apropiada.
Sin embargo, ¿eres a caso aquello que los demás creen que eres? ¿Puedes pensar en todo lo que piensan los demás respecto a ti y creer que eres eso? La respuesta es obvia: no.
No somos aquello que los demás piensan que somos. Es literalmente imposible. Porque si les preguntamos a cien personas diferentes quiénes somos, entonces obtendremos cien respuestas diferentes y nos volveríamos locos intentando encajar con todas las definiciones. Es imposible.
Por otro lado, ¿cuántas veces en nuestra vida hemos intentado encajar en las definiciones de las demás personas? Y como te decía anteriormente, es importante adoptar definiciones para aprender, y el apego nos sirve para crecer, pero después nos limita para seguir creciendo internamente. Cuando no tenemos claridad ante esta pregunta: ¿quién soy o quiénes somos?, adoptamos cualquier definición, y viviendo desde el ego buscamos la aprobación de la mayor cantidad de personas, es por eso que muchos adolescentes y muchas personas caen en vicios muy negativos: quieren encajar. Quieren tener una definición y resolver el conflicto que les genera no saber quiénes son ni cuál es su propósito.
La siguiente pregunta es entonces: ¿si no eres lo que los demás creen que eres, eres lo que tú crees que eres?
Y esta pregunta es todavía más profunda que la anterior, porque aquí así sí se contempla las definiciones y las limitantes que hemos ido adoptando a lo largo de nuestra vida. ¿Somos lo que creemos que somos? Yo, después de muchos entrenamientos y conferencias en las que he tenido la oportunidad de estar con miles de personas, he encontrado que no. Tampoco somos lo que creemos que somos, pero únicamente podemos alcanzar, proyectar, vivir, la vida de la persona que creemos que somos. Suena irónico, pero es cierto, y en la medida que la imagen, idea o consciencia que tenemos respecto a esta idea cambia, nuestra vida se va transformando.
La tercer pregunta y la más importante de todas es: ¿quiénes somos realmente?
No somos aquello que los demás creen, tampoco somos aquello que nosotros creemos, entonces ¿quiénes somos en realidad?
Esta es una de las preguntas más difíciles de responder, no porque la respuesta sea difícil, sino porque entender la respuesta y realmente comenzar a vivir bajo ese estándar requiere mucho trabajo y crecimiento personal.
La realidad es que somos seres de amor, puesto que hemos sido creados por el amor para amar. Sin embargo, vamos mucho más allá que el amor. Si podemos compararnos los unos a los otros, todos los seres humanos de la Tierra vamos a encontrar ciertas cosas sumamente fascinantes. La primera de ellas, y la más sorprendente, es que aunque analicemos a gemelos no vamos a encontrar nunca a dos seres humanos iguales. Es imposible. Simplemente no los encontraremos. Tú y yo somos seres únicos. Si seguimos analizando veremos también que no hay tanta diferencia entre nosotros. De hecho, a nivel genético, lo que nos diferencia es prácticamente nada. Y desde un punto biológico, físico, espiritual, etc., no tenemos mucha diferencia. Somos prácticamente iguales. Sí hay unos más altos que otros, con tez y ojos de distintos colores; sin embargo, lo que nos hace ser seres humanos es igual en todos.
El mismo ejemplo te lo puedo poner si te enseño una bolsa llena de semillas y te pregunto: ¿cuál de todas ellas no funciona o está mal hecha? La pregunta en sí es ridícula. No tiene fundamento realizar una pregunta así, puesto que todas las semillas son perfectamente funcionales, ninguna tiene ningún fallo o imperfección. Todas pueden convertirse en aquello para lo que fueron hechas, todas pueden alcanzar su máximo y verdadero potencial viviendo en el estado y en el ambiente correcto. Claro está, necesitan el agua, la tierra, los minerales y los nutrientes, la temperatura correcta y el sol. Esas son las condiciones para que esa semilla perfecta se desarrolle y crezca a su máximo potencial. Nunca dudamos de la capacidad de la semilla, dudamos de que las condiciones sean propicias o adecuadas. Y si sembramos una semilla y no crece bien, no vamos a cuestionar nunca si lo que estuvo mal fue la semilla. Todo lo contrario, nos pondríamos a analizar si las condiciones, o sea todo lo demás, era lo adecuado para que ella se desarrollara y creciera a su máximo potencial. Exactamente de la misma manera sucede con los seres humanos.
Si tuvieras frente a ti en este mismo instante a una semilla de manzana, ¿qué le dirías?
Honestamente, ¿cuál sería tu diálogo con ella? Suponiendo que pudiera hablar.
¿Y qué le dirías a la semilla si ella te dijera que vino al mundo a ser semilla y, que por lo tanto, es semilla, que si hubiera venido con otro propósito, entonces hubiera nacido otra cosa? ¿Cómo la intentarías convencer de que su verdadera naturaleza tiene un potencial infinito?
¿Qué pasaría si la semilla te dijera que en la comuna de semillas, ahí, de donde ella viene, está prohibido tocar tierra, agua y aceptar ideas nuevas? ¿Cómo defenderías tus argumentos, si tú y yo sabemos que justo eso es lo que ella necesita para crecer y desarrollarse?
¿Cómo te sentirías si la semilla te dijera que quiere evitar todo ello porque literalmente tiene mucho miedo de estar “en el hoyo” y que las semillas que se van al hoyo y viven experiencias muy oscuras y dolorosas nunca más regresan?
¿Sabes?, en un punto creo que tú y yo podemos entender el miedo que pudiese sentir esa semilla, después de todo es su vida y ella no ha vivido nunca una transformación importante.
Ahora yo te pregunto a ti: ¿realmente hay mucha diferencia entre tú y la semilla de manzana?
La semilla vino a convertirse en un árbol hermoso y dar frutos. Para crecer tiene que transformarse y aceptar su verdadera naturaleza, necesita los elementos adecuados en su ambiente, como la tierra, el agua, los nutrientes, etc. Cuando ella quiere salir de la tierra oscura, lo primero que comienza a suceder es que crece, pero hacia abajo: está comenzando a echar raíz. Finalmente y después de un gran esfuerzo en su proceso ininterrumpido sale de la tierra y comienza a alimentarse también del sol. Con el tiempo crece y se convierte en un árbol hermoso que da frutos de manera desmedida.
¿Sabes? Tú y yo podemos contar cuántas semillas hay en una manzana, pero no podemos contar cuántas manzanas provienen de una semilla.
¿Encuentras una diferencia real entre una semilla y tú?
Somos iguales que las semillas, todos tenemos un potencial infinito, sin embargo, ese potencial está limitado por la idea o la definición que tenemos respecto a nosotros mismos, a quiénes somos, cuánto valemos y qué merecemos en la vida. Las semillas estuvieron hechas para crecer en tierra, con agua, nutrientes, minerales y sol; nosotros estamos hechos para crecer y desarrollarnos en un ambiente de amor. Por más cursi que suene es así. El alimento más importante de un ser humano es aquel que alimenta su espíritu y le da fuerza desde su esencia y el alimento más poderoso que existe en ese sentido es el amor. No hay otro más poderoso, nunca lo ha habido y nunca lo habrá.
Al ser iguales que cualquier otra creación que existe en la naturaleza podemos afirmar algo: no nos hace falta nada en nuestro diseño, en nuestra esencia o en nuestro ser para desarrollarnos y crecer a nuestro máximo y verdadero potencial. Como las semillas, somos seres perfectos y dentro de nosotros tenemos absolutamente todo lo que necesitamos. No obstante, la definición que hemos aprendido a adoptar de nuestra identidad no está basada en nuestra verdadera esencia como seres perfectos, sino en las actitudes que nos “definen” y etiquetan. En otras palabras, nuestro carácter o nuestra personalidad. Creemos que somos una personalidad, y aprendemos a hablar de las personas a través de definir sus personalidades:
“Renato es un hombre muy valiente”.
“Amy es una mujer brillante y hermosa”.
“Gabriel siempre hace las cosas bien, es muy honesto”.
“Nara es increíblemente amorosa”.
Pero también…
“Joaquín es un flojo”.
“Torcuato es una persona muy quejumbrosa, nadie lo aguanta”.
“Eusterio es demasiado terco, nunca entiende”.
Cuando hacemos esto limitamos la esencia y la grandeza de las personas. Cuando nos aceptamos a través de nuestras actitudes nos limitamos ante esas mismas actitudes y lo que ellas sean capaces —según nuestras creencias— de realizar.
No puedes hacer más ni alcanzar más que la definición que tienes sobre ti mismo.
Tómate un segundo para reflexionar y escribe en estas líneas: ¿cuál ha sido la definición que has aceptado de ti, con todo y las características positivas o negativas?
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¿Te das cuenta de cómo a lo largo de tu vida esas mismas definiciones han sido también tus limitaciones?
El problema o el reto es que hemos aceptado una idea falsa de nosotros mismos, y peor aún, la hemos reforzado una y otra vez de tal manera que hemos creído con cada célula de nuestro ser aquella idea falsa respecto a nuestra identidad.
Por eso digo que tú no eres tus actitudes. Tus actitudes sacan una parte de ti, pueden sacar lo mejor o lo peor de lo que eres capaz de crear. Sin embargo, todo lo que haces en tu vida es una creación extraordinaria de tu ser. Sea bueno o malo, todo el tiempo estás creando a través de tu herramienta más poderosa: tu actitud. Y aquello que creamos es igualmente importante. Una vez que nos definimos como creadores conscientes de nuestra realidad cuando vivimos el milagro del poder creador, entonces podemos identificar nuestra vida como un reflejo de nosotros mismos. Siempre siempre siempre. Mi vida es un reflejo de mí y no al revés: yo no soy un reflejo o una consecuencia de mi vida.
Esto no significa que seamos magos y que con una varita mágica podamos estar creando absolutamente todo. Pero sí significa dos cosas extraordinariamente importantes:
1. Únicamente podemos ver lo que tenemos dentro de nosotros mismos. Esto quiere decir que cuando estamos viviendo bajo un estado de estrés, llenos de problemas y conflictos, es un estado de miedo, cualquier situación que surja en nuestra vida va a ser interpretada bajo esta emoción. Y este es un punto muy importante. Los seres humanos no interpretamos la vida a través de la razón, interpretamos la vida a través de nuestras emociones. El cien por ciento de las veces. Por más que no creamos que sea así.
Puedo asegurarte que has tenido momentos en tu vida en los cuales has recibido noticias que no son aparentemente buenas, pero si haz tenido un día extraordinario o si estás enamorado, has enfrentado la situación de una manera extraordinaria. No te pesó en lo absoluto, te sentiste tranquilo, y con mucha emoción y energía positiva al momento de enfrentar el reto. Y esto nos sucede porque la interpretación de nuestra realidad en ese momento, en el momento en el que se recibe una noticia, fue realizada a través de un estado muy positivo.
Seguramente te ha sucedido todo lo contrario. Has tenido un día deprimente, lleno de problemas, conflictos y roces con distintas personas. Y justo ese día una persona que amas te dio una noticia extraordinaria que en otro momento te hubiera puesto muy feliz. No obstante, en ese momento tu respuesta fue hasta arrogante para la persona que te dio la noticia. Y esto tiene que ver no con la situación en sí misma, sino con la emoción con la cual la situación fue interpretada.
Esto nos lleva a la conclusión de que, en primer lugar, los seres humanos vemos siempre la vida a través de un lente emocional, independientemente de cuánta razón utilicemos para explicar lo sucedido, y en segundo lugar, que los eventos en la vida, el mundo y el universo como tal no son más que eventos neutros. Los eventos como tal no tienen interpretación o significado por sí solos. Todo cobra relevancia cuando es interpretado por nosotros.
2. Atracción o generación: Nuestra vida es un reflejo de nosotros mismos. Solo podemos vivir y obtener aquello que tenemos dentro. Cuando la gente habla de la ley de la atracción, lo que está diciendo, independientemente del efecto físico vibratorio que argumentan, el cual no voy a discutir en este libro, es que únicamente podemos ver las oportunidades, las personas y las situaciones que estamos buscando o intentando encontrar, y son precisamente las que se refieren al estado emocional en el cual estamos viviendo.
Me encanta la frase famosa: “El que busca, encuentra”, y es muy cierta, aunque yo le he hecho una pequeña adecuación: “El que sale a buscar, busca, y el que sale a encontrar, encuentra”. Esto no es otra cosa más que la actitud de la que estábamos hablando antes. Cuando nuestro enfoque está en buscar, nos la vamos a pasar buscando, sin embargo, cuando nuestra actitud es hacia generar, hacia encontrar, hacia realizarnos y hacer que las cosas sucedan, entonces todo eso va a suceder. Y todo se inicia con el planteamiento primario que tenemos, con la idea con la cual realizamos las cosas. Para mí eso es la ley de la atracción o generación. Si la idea que tengo desde un inicio es una idea empoderante, inspiradora, milagrosa, me voy a topar con ese tipo de situaciones empoderantes, inspiradores y milagrosas. Y cuando digo que me voy a topar con ellas, lo que estoy diciendo es que mi cerebro va a encontrar las referencias en mi “mundo externo” de lo que para mí significan esas emociones y voy a interpretarlas de esa manera en mi vida. Por eso para mí la ley de la atracción también podría llamarse la ley de la generación o de la creación.
Si quieres algo distinto en tu vida, genéralo primero dentro de ti y sobre todo dentro de tu espectro emocional. Debes de estar listo para poder apreciar y recibir los milagros maravillosos que se te presenten en la vida. El que no está listo emocionalmente, simplemente no está listo, y por más que haya oportunidades maravillosas no serán apreciadas y ni siquiera vistas porque no caben dentro de una realidad emocional.
Ahora la pregunta del millón de dólares es: ¿cómo me alisto emocionalmente para recibir los milagros del amor en mi vida? Y la respuesta del millón de dólares es extre-madamente sencilla: decidiendo y poniendo todo en práctica. No te preocupes, a lo largo de este libro iremos poniendo en práctica varios ejercicios que te ayudarán a decidir y a comenzar a vivir desde un estado emocional mucho más elevado.
Muchas veces lo importante es regalarnos el tiempo y darnos la oportunidad de tomar esas decisiones con un grado profundo de consciencia en un ambiente adecuado. Es por ello que me fascina realizar conferencias, talleres, entrenamientos y retiros de varios días en los cuales las personas puedan encontrar esas respuestas maravillosas y llevar su vida a niveles que muchas veces ni siquiera habían soñado. Si te quieres formar parte de alguna de estas experiencias, por favor visita la página web y estaremos más que fascinados de tenerte como un miembro más de nuestra familia.
La vida no es tan complicada, simplemente debemos de estar conscientes de las decisiones que tomamos y saber que nuestras acciones tienen un poder impresionante de repercusión. Tan impresionante que es hasta milagroso.
La premisa más importante de este milagro y de este capítulo es que entendamos que somos seres perfectos, que no nos hace falta absolutamente nada y tenemos todo para poder llegar a desarrollarnos hasta nuestro máximo potencial.
Verdaderamente todo lo que necesito se encuentra de mí ahora.
Y exactamente lo mismo aplica para ti. Por lo tanto, no somos nuestra actitud. Podemos elegir conscientemente qué actitud tener. Y cuando lo hacemos desde el amor, entonces nuestra actitud hará explotar nuestras capacidades y nuestro potencial hacia el infinito. Cuando adoptamos una actitud amorosa hacia la vida y hacia los problemas, hacia los retos y hacia las personas, entonces nuestra vida comienza a tener una perspectiva milagrosa, una pers-pectiva en donde todo es posible y donde las barreras y las limitaciones realmente no existen. Vivimos el milagro de la vida consciente.
En primer lugar aceptamos nuestra verdadera esencia y aprendemos a respetar todos los aspectos, tanto de nuestra vida como la de las demás personas.
Reforcemos entonces lo que es verdaderamente importante en nuestra vida: nuestra identidad.
El milagro que nace de manera natural después de que hemos comenzado a vivir desde el amor y a llevar una vida de consciente, es la fe. Y la fe, al igual que el amor, tiene muchas facetas y colores. Sin embargo, el amor es el primer acto de fe y es por eso que únicamente con amor nace la fe.
La primera persona ante la cual tengo fe soy yo mismo, y cuando tengo fe en mí me doy cuenta entonces de que en esta vida, en este mundo, no estoy solo, que este plano en el que vivimos es también una creación de amor que nos ha sido dada por una fuente de amor infinita, la fuente original, el punto de partida, el Bing Bang o el origen de todo: Dios, tu ser divino o lo que tú quieras llamar como fuente creadora. Yo lo nombro como Dios es y por eso que a partir de este momento lo seguiré describiendo de esa manera a lo largo del libro, sin embargo, eso no significa que la forma en que lo llames esté mal, sino todo lo contrario. Todos tenemos una manera de referirnos a nuestra fuente creadora y no hay ninguna errónea o equivocada.
Entonces, como somos creación de Dios, de esa fuente infinita de amor, fuente divina, eso nos convierte también en seres divinos y en seres de amor.
Como dice Wayne Dyer: “No podemos ser diferentes a nuestra fuente”. Y él lo explica de la siguiente manera: si por un lado tenemos un pastel de manzana y le cortamos una deliciosa rebanada, la ponemos en un plato y ese plato lo llevamos junto con la rebanada a otro lado, ¿qué tenemos en el plato? La respuesta es obvia: pastel de manzana. ¿Y cómo sabemos eso? Porque sabemos que esa rebanada provino de un pastel de manzana. Si conocemos la fuente, entonces conocemos también aquello que vino de la fuente. Las cosas no pueden ser diferentes a su fuente, y si nuestra fuente es una fuente de amor, una fuente divina, entonces no podemos ser diferentes a ella. Somos seres de amor, seres de luz, seres divinos y reconocer nuestra esencia, acercarnos más a lo que realmente somos nos convierte en seres conscientes, pero también en seres poderosos y capaces. Por eso la fe se puede manifestar únicamente en nuestra vida a través del amor, y esta fe la que despierta todo el potencial que llevamos dentro. Por eso cuando primero soy consciente de mí creo en todo lo que puedo dar y puedo llegar a ser y realizar.
Tener fe significa creer incluso en aquello que no podemos comprobar con la razón, aquello que todavía no podemos ver manifestado en nuestra vida con la certeza total de que aquello ya es una realidad.
Pensar en el tema de “lo real” o de la realidad puede resultar confuso y complicado, pero realmente es muy simple. La realidad no es más que una creencia y como tal una idea. Real es aquello que aceptamos y tomamos como verdadero en nuestra vida. Es por eso que en el mismo mundo, la misma ciudad e inclusive la misma casa dos personas pueden estar viviendo las mismas circunstancias, pero dos realidades completamente distintas.
Lo que para mí significa una cosa para ti puede significar otra totalmente distinta. La razón de ello es que nuestra vida no es interpretada a través de la razón o las ideas, sino a través de las emociones. De esta manera lo que en mí provoca una emoción y, por lo tanto, una interpretación maravillosa y grandiosa de la vida o de una situación, en otra persona puede provocar una emoción negativa y destructiva. La interpretación y, por ende, la calidad de vida de los seres humanos se da y toma lugar en las emociones. Es por eso que el control y manejo emocional resulta clave y crucial en una vida extraordinaria.
El primer lugar donde nace la fe es en nosotros, en nuestro corazón, con la idea de que sí hay algo más en nuestra vida, sí hay algo más grande que nosotros mismos, y el primer acto de fe en nosotros es el acto de fe en nuestro Creador y en nuestro origen: de dónde venimos y de qué estamos realmente hechos. Cuando tenemos fe en Dios estamos teniendo fe en nosotros mismos porque tenemos fe de nuestro origen, ya que lo reconocemos muy profundamente en nosotros mismos. Y ese, es un milagro de amor.
Una vez que nace ese primer acto de fe en nuestro corazón, todo lo demás resulta muy sencillo. La vida se torna fácil, se torna milagrosa porque cuando llevamos una vida soportada por la fe llevamos una vida de paz y de tranquilidad. El milagro de la fe es muy poderoso porque cuando hay fe no hay preocupaciones. Cuando hay una no pueden existir las otras: cuando hay preocupaciones no puede haber fe. Por esto una vida de fe es una vida desbloqueada y receptiva a todos los demás milagros y bendiciones de los cuales seguiremos hablando en este libro.
Yo pienso en la fe como una palanca enorme. Las palancas lo facilitan el trabajo de una manera excepcional. La fuerza que tenemos que aplicar para que el resultado llegue es mucho menor. Este es un principio físico y demostrable. Podemos levantar piedras o automóviles que pesan varias toneladas con nuestra fuerza si sabemos utilizar de manera correcta una palanca. De la misma manera, la fe funciona como una palanca espiritual y, por consecuencia, emocional y pragmática. Podemos realizar cualquier cosa en nuestra vida con el adecuado apalancamiento. Podemos alcanzar cualquier sueño, ver manifestado cualquier deseo, siempre y cuando tengamos las herramientas correctas y la fe es esa palanca que nos permite un viaje mucho más ameno, fácil y con resultados rápidos y certeros.
Te voy a contar una historia que a mí me cambió la vida. Una historia de pasión, una historia de un cambio de vida, pero sobre todo una historia de fe.
Desde que era muy joven siempre supe que mi vida iba a ser excepcionalmente grande, no sabía cómo, tampoco cuándo, pero muy dentro de mi corazón sabía que había venido a este mundo a crear un gran impacto. Por esa razón siempre quise hacer cosas, tener ideas, crear conceptos y me fascinaba la idea de poder trabajar y ser productivo económicamente. Así que a los catorce años tuve mi primer trabajo repartiendo volantes en los semáforos y en las calles. Me pagaban doscientos pesos al día y eran jornadas largas y desgastantes en las cuales tenía que caminar mucho, pasar mucho tiempo parado y, sobre todo aguantar, respirar aire con mucho esmog de los automóviles a quienes yo repartía los volantes. Sin embargo, todo ese desgaste valía la pena cada vez que yo recibía los doscientos pesos al final del día, me sentía extasiado: estaba trabajando, creando abundancia por mis propios medios. Recuerdo que en su momento fue de las mejores sensaciones que jamás había experimentado. ¿Puedes recordar la primera vez que te sentiste productivo? Atesoro esos recuerdos con mucho cariño.
Posterior a la repartición de volantes, una maestra se me acercó después de una clase y me comentó que había visto cómo explicaba una tema a mis compañeros, entonces me ofreció darles clases de regularización a algunos alumnos de grado menor que no iban tan bien en la escuela. Estaba yo en segundo de secundaria, tenía quince años y acepté inmediatamente la encomienda, en la que ganaría cincuenta pesos la hora por persona. Automáticamente, empecé a tener más y más alumnos, ya que me recomendaban, y comencé a cobrar más y más dinero; al poco tiempo estaba ganando entre mil quinientos y dos mil pesos semanales.
Esa idea de ganar dinero me resultaba cada vez más fascinante. Poco después tuve un accidente vascular: me dio una embolia —esta historia te la contaré más adelante— sin embargo, por ahora puedo decirte que ha sido una de las mejores experiencias de mi vida porque me hizo quitarme una venda enorme de los ojos. Literalmente, despertó mi consciencia y me levantó de entre los muertos vivientes.
Seguí creciendo y, sobre todo, seguí soñando. Tiempo después, cuando tenía dieciocho años, mi hermano me propuso abriéramos un negocio: una pizzería, yo sería el inversionista y mi hermano la operaría. Sin pensarlo dos veces acepté el gran reto de empresario.
Y ahí me encontraba yo, esperando a mi hermano para la primera junta de negocios en un Sanborns, matando el tiempo en la sección de la librería mientras mi hermano y su esposa llegaban al fascinante encuentro. En eso sucedió ese pequeño detalle que cambió mi vida para siempre, ese momento del cual estoy tan agradecido y siempre lo estaré durante toda mi vida.
Tomé un libro azul con título El ABC del éxito. Me había llamado particularmente la atención ese título, pero no porque tenía ganas de leerlo, sino porque no pensaba que una persona me pudiese decir cuál era el ABC del éxito. ¿Qué acaso me conocía ese tal John C Maxwell? ¿Acaso sabía cómo era mi vida como para decirme qué camino debía tomar? Yo, joven adulto incrédulo, compré el libro únicamente por curiosidad, para ver qué tanto tenía que decir ese tal escrito.
Cuando terminé de leer ese libro, había quedado completa, total y absolutamente cautivado por y enamorado por la filosofía que encerraban esos principios básicos, claros y simples del liderazgo y del desarrollo humano, y más que eso, había quedado enamorado del autor John C Maxwell.
Fue en ese momento que comenzó a gestarse un milagro excepcional, un milagro producido por el amor genuino a aprender de los más grandes, a conocer las herramientas, los patrones de conducta y pensamiento de las personas más grandiosas e influyentes del mundo, de los número uno del mundo, un milagro de fe.
Me dije con total fe, total certeza: “Algún día voy a conocer a este señor John C Maxwell”.
Ahí inició este sueño producto de una fe absoluta y quiero que veas cómo este milagro de amor trae consigo más milagros en nuestra vida. Recuerda que un milagro no es nada sobrenatural, no es nada mágico, simplemente es ver manifestado aquello que antes era o parecía imposible, en otras palabras, hacer posible lo imposible y eso sucede cuando como seres humanos comenzamos a creer en la posibilidad de lo imposible.
Ese fue mi momento, cuando comencé a visualizarme con él: ¿qué le diría, cómo sería, qué aprendería, cuáles son sus principios básicos, sus hábitos y patrones de conducta y pensamiento, qué lo ha hecho ser el número uno, cómo ha llegado a asesorar a presidentes y directores de las compañías más grandes e influyentes en el mundo?
Pasaron un par de años, pero mi sueño y la fe de que algún día yo conocería a tal autor nunca abandonaron mi corazón.
Tenía yo veintiún años, y fui a comer con un gran amigo mío. Platicando, ambos coincidimos en nuestra pasión por el desarrollo humano y, sobre todo, en la admiración y respeto que le guardamos a un autor en particular: John C Maxwell. De esa plática no solo sobresalió nuestro sueño por conocerlo, sino que ambos acordamos que orga-nizaríamos un evento en México con John. Seríamos los primeros en traerlo a un evento abierto al público en donde cualquiera que tuviera el mismo sueño y la misma hambre que nosotros lo pudiera llegar a conocer.
De inmediato, me puse a trabajar a encontrar el contacto de su mánager, posteriormente para contactarlo y mandarle un sinfín de correos y llamadas hasta que hubo respuesta. La primera pregunta era obvia, sin embargo, totalmente inesperada para mí: “¿Tú quién eres? Porque ¿sabes? John es un aclamado consultor y escritor internacional y lo primero es su seguridad, no podemos hacer un evento con él en el que no conocemos quién nos está contratando y, sobre todo, en donde no tenemos la certeza de que su seguridad, su imagen, etc., queden intactas…”.
Yo no pude responder más que: “Soy un joven emprendedor con el sueño de conocer a John y organizar un evento con él en México”. Obviamente esas palabras no fueron suficientes, la respuesta lógica e inmediata fue un rotundo: “no”.
A pesar de esta respuesta mi fe fue más grande y cuando la fe es más grande suceden milagros.
Seguí insistiendo hasta el punto en que le mandé una carta explicándole bien quién era y por qué quería que viniera a México, prometiéndole que no lo iba a defraudar en ningún sentido. Las palabras del mánager fueron igualmente muy claras: “No te aseguro nada, la veo prácticamente imposible que John acepte una invitación así”. Sin embargo, el resultado fue otro…
Me encontraba de vacaciones en Chiapas, un hermoso estado de la República Mexicana, iba en el auto, entre curvas y montañas, paseando y visitando pueblito tras pueblito, y justo mientras cruzábamos un pueblito, volteé a ver mi teléfono celular y vi cómo la señal de la red se prendió, en ese mismo instante entró una llamada que, decía el teléfono, provenía de Atlanta, Georgia.
Tomé la llamada y no era nada más y nada menos que el mánager de John C Maxwell diciéndome que, para su sorpresa, había aceptado la invitación. Después de ver su calendario tenía muy pocas fechas disponibles y la única que cuadraba bien era el sábado primero de diciembre de 2012. Me comentó que me mandaría el contrato a mi correo electrónico.
De manera inmediata lo leí y tan pronto hube regresado a la Ciudad de México, después de ese viaje memorable a Chiapas mandé firmado el contrato. Debo de confesar que sí me dio mucho miedo la cantidad enorme de dinero por la cual me había comprometido, sin embargo, mi mente me decía lo siguiente: Solo hay dos alternativas en este viaje, esta aventura, o vas a ganar mucho dinero o vas a aprender mucho, lo que sí es cierto es que tu vida a partir de ahora no volverá a ser la misma si te decides a realizar este sueño.
Con la sonrisa más grande del mundo le marqué a mi amigo y le dije: “ya está listo, acabo de firmar el contrato y tenemos quince días para realizar el primer pago”. Ese primer pago era inclusive para mí una cantidad brutal de dinero, era dinero que nunca en mi vida había visto junto, pero, creí que entre mi amigo y yo lo podíamos conseguir. Así que comencé a buscar financiamiento por todos lados, con todos mis conocidos, familiares, bancos, etc., y después de mil llamadas, desvelos y un gran endeudamiento conseguí mi parte del dinero. Cuando llegó la fecha de pago y llame a mi amigo para que realizáramos la transacción a Maxwell, para mi real sorpresa dejó de contestarme el teléfono, de responderme los mensajes, los correos electrónicos. Lo busqué una y otra vez, le llamé una y otra vez y … nada.
Estaba completamente solo, con menos de veinticuatro horas para conseguir el doble de lo que había juntado y me había costado tanto trabajo. Si te soy sincero puedo decirte que no sé ni recuerdo cómo le hice, además de endeudar también a mi mamá, a quien amo profundamente por todo el apoyo que siempre me dio y porque en ningún momento dudó de que yo era capaz de realizar mis sueños, no sé qué tanto hice para conseguir el dinero, pero lo importante es que lo logré. Nunca pensé que iba a fallar. Fallar simplemente no era una opción, ya que el costo fracasar era extremadamente alto.
Una de las cláusulas del contrato decía que el simple hecho de firmarlo me comprometía a pagarle la totalidad de sus honorarios, se realizara el evento o no, excepto por causas de fuerza mayor. Era totalmente entendible, ya que él iba a apartar y bloquear una fecha en su calendario por mí, así que de cualquier manera yo tenía que pagarle la totalidad de sus honorarios. El dolor de no hacer el evento, de no traerlo, de fracasar en el intento y, además, tener una deuda brutalmente alta no era una opción para mí.
Para no hacer la historia tan larga, —creo que ya fue demasiado tarde—, te diré que John vino a México conmigo por primera vez a un evento abierto al público, la asistencia fue increíble: dos mil personas reunidas para aprender y escuchar del experto número uno en el mundo en liderazgo. ¿Y en cuanto a las ganancias? Solo puedo decirte que hubo aprendizaje, mucho mucho mucho aprendizaje.
Lo grandioso de esta historia para mí es la comprobación de que la fe es una fuente de milagros en nuestra vida; la fe puede llevarte, si tú lo decides, a hacer posible aquello que antes pensabas imposible.
Recuerdo que me asombraba y reflexionaba: ¡John Maxwell va a venir conmigo! Un joven de veintidós años de la Colonia del Valle. Pudo haber venido con mil personas más, con mil empresas más, pero va a venir conmigo. ¿Es real esto que está sucediendo? ¿Realmente está pasando?
Nunca olvidaré el día en que lo fui a recoger al aeropuerto. Estaba nervioso, emocionado, entusiasmado. Me encontraba justo delante de la puerta del aeropuerto, justo ahí por donde salen todos los pasajeros. Su avión había aterrizado hacía algunos minutos y sabía que no tardaría en salir. Quiero que te imagines la escena tal cual fue vivida. El sol se ponía de tal manera que cuando yo intentaba ver a través de las puertas de salida de la aduana veía únicamente siluetas, ya que todo se veía a contraluz. Cada vez que se acercaba una silueta, yo pensaba que era John Maxwell. El nerviosismo llenaba cada pequeña célula de mi ser, realmente creía que era el siguiente hasta que de pronto su silueta fue inconfundible: ahí estaba John delante de mí, ya con su maleta, a punto de cruzar la puerta.
Lo recibí con la sonrisa de oreja a oreja más grande del mundo, le di un fuerte abrazo y me presenté con él: “John, yo soy Spencer Hoffmann, es un tremendo gusto conocerlo”. Automáticamente, él respondió: “¿Tú eres Spencer Hoffmann?”.
Él esperaba a un joven emprendedor…, pero joven emprendedor de entre treinta y cinco y cuarenta años, no de veintidós.
Con una carcajada inició una relación hermosa que guardo muy dentro de mi corazón, un momento que fue materializado y guardado para la eternidad, un sueño hecho realidad, resultado de una decisión, y luego una serie de eventos fascinantes y maravillosos, todos ellos productos de un milagro. Un milagro de fe.
Una vez que nace la fe en nuestros corazones hay que cultivarla como si fuera una planta. Hay que alimentarla diariamente y protegerla de los peligros que la acechan como los insectos y las plagas. Hay que podarla cuando es necesario y ver que la tierra tenga los nutrientes correctos para que pueda crecer. Hay que hablarle y darle mucho consentimiento y amor. Si hacemos todo eso, la planta crecerá y crecerá, y llegará un momento en el que necesitaremos trasplantarla a una maceta más grande, y con el debido cuidado, con el debido amor, la planta seguirá creciendo, y llegará un momento en el que ya no cabrá más en esa maceta y entonces la trasplantaremos a un jardín o a un bosque. Y cuando esté convertida en un árbol, en un roble grande y fuerte, podrán llegar vientos arrasadores, lluvias poderosas, y ella seguirá ahí, lo que antes hubiera acabado con esa planta pequeña ahora no le hará ni cosquillas al árbol.
Así es nuestra fe, necesitamos cultivarla para llegar a tener una fe poderosa, absoluta e inquebrantable. El cuidado, el agua y el alimento de nuestra fe es una vida de congruencia y de amor. Ya que la fe es un milagro que nace del amor. Si cuidamos a la fuente, cuidamos todo lo que nace y se deriva de ella.
Una vida de fe es una vida deliciosa que se proyecta en todo lo que vivimos y los resultados son maravillosos. Cuando tenemos fe en las personas las personas, ellas actúan de una manera sorprendente. Cuando tenemos fe en nuestra pareja, vivimos relaciones basadas en el amor y la confianza, vivimos sueños hechos realidad. Cuando tenemos fe en nuestro trabajo, nuestros resultados son sorpren-dentes. Cuando tenemos fe en nuestra forma de ser, contagiamos vitalidad y entusiasmo en las personas que nos rodean. Cuando tenemos fe ante los retos o circunstancias difíciles en nuestra vida, aprendemos y descubrimos cosas maravillosas. Y todas esas cosas son milagros.
Los milagros crean milagros fascinantes; una vida de amor es una vida de fe y una vida de fe es una vida de milagros.
Todos los milagros nacen del amor, pero también son decisiones conscientes que tomamos día con día y, por lo tanto, crecemos como personas, sobre todo cuando tomamos esas decisiones en momentos difíciles, cuando la alternativa de no tomar la decisión es mucho más fácil. Por eso la fe tiene un impacto más grande en nuestra vida en los momentos más duros y difíciles. Mientras mayor sea el reto mayor deberá ser nuestra fe y, ¿qué crees?, ¡mayor será también la recompensa, el aprendizaje y el crecimiento!
Soy un hombre con pocos sueños. Pocos, pero muy grandes. Y los más grandes parecieran los más sencillos. Ver a mi hijo caminar, escuchar a mi hijo hablar, ver a mi madre enamorarse de su vida, dejar atrás la depresión y salir adelante, porque ella siempre sale adelante.
Este no es un libro. Es la culminación de una guerrera en la que ella ha vencido más batallas de las que tú y yo podemos imaginar. Son las memorias escritas con pulso y sangre de una mujer que vivió la tortura y la abducción de su padre, el suicidio de su esposo, la soledad, innumerables injusticias de la vida, la traición de sus familiares, la muerte de seres queridos, el abandono de sus hijos y hoy te encuentra en la calle, a ti y te ayuda. Te mira a los ojos y te sonríe. Te hace pasar la mejor tarde de tu vida. Se hace tu amiga y al final, te invita a creer en el amor. Te hace creer en ti.
Ella es mi madre.
Y eso es lo que sostienes en tus manos. Tienes aquí su corazón, su valor, la voz que por fin alzó después de haberla callado tantos años. La lágrima de amargura que decidió convertir en lágrima de felicidad. No porque fue fácil, pero porque eligió aprender a hacerlo.
¿Cómo alguien puede vivir lo que ella vivió y amar hoy tanto a la vida y desear encender la chispa de cada persona que la rodea con tanta determinación?
Aunque no lo creas la respuesta es simple. Yo la conozco porque conozco a mi madre, lo que no conocía es la simpleza con la que tú puedes comenzar a cambiar tanto tu vida abrazando estos principios y haciéndolos parte de ti. ¿Quieres que te de la respuesta? Mejor te dejo a ti descubrirla en el que hoy, por mucho, se ha convertido en mi libro favorito.
Abre estas páginas mientras abres tu corazón porque tú también puedes y mereces vivir con fortaleza inquebrantable.
Spencer Hoffmann Trejo